Algo así como magia
Cine | Veíamos ayer (III)
La última edición (’on line’) del festival Docs Barcelona, disponible en Filmin, ha permitido recordar cuán rico y mestizo puede llegar a ser un género con frecuencia arrinconado

Málaga/Cualquiera que haya planificado la asistencia dedicada a un festival sabe de la dificultad que entraña la tarea. Se ha de combinar la intuición de las sinopsis y la aleatoriedad de los horarios, con esa ansiedad como de bufé libre. Si la felicidad, decía Punset, consistía en ver que el penalty va a entrar (mucho más que en su materialización), algo había de ese regocijo en la antesala de una semana de cine. Después solía venir el atracón (y según fuese el festival, las malas digestiones). Mientras tanto, para el aficionado que no podía acudir, la festividad se percibía si acaso melancólicamente. Una ensoñación lejana a la que sólo se podía tener acceso muchos meses después. Ya sin la fantasía del empacho, forzosamente deconstruida en corrientes estrenos.
Al Covid-19 tendremos pocas cosas que agradecerle pero una de ellas será sin duda el vuelco digital que han dado varios eventos cinematográficos previstos para estas fechas. “Un festival on line no es un festival” declaró Thierry Frémaux, responsable del Festival de Cannes (y este año, también de su suspensión). Por suerte, los parroquianos de citas más modestas pudimos disfrutar hace poco del programa completo del D’A Film Festival. Y esta semana le ha llegado el turno al Docs Barcelona, íntegramente disponible en Filmin.

Debates nominales aparte, son muchas las reflexiones en torno al documental que nos ha regalado esta edición. La principal: recordar cuán rico y mestizo puede llegar a ser un género con frecuencia arrinconado; calzado a menudo en mimbres más digeribles y cercanos al reportaje televisivo. Afortunadamente, la recopilación llevada a cabo en sección oficial ha presentado tal diversidad de ópticas y formatos como para poner en solfa cualquier estigma. Desde el puro experimento visual y político (The hypnotist), a la radiografía de la inteligencia artificial y sus limitaciones (Hi, A.I.); pasando por la desgracia colectiva observada desde la narrativa más poética (Rising from a tsunami). En esta última se narra la construcción de un rompeolas en la costa japonesa arrasada por el tsunami de 2011. El duelo comunitario tras la catástrofe es contado sin aspavientos, en tono casi de fábula, para dar cuenta de la superación introspectiva -por momentos incluso mística- de una desgracia colectiva. El rompeolas se presenta, a una vez, símbolo tanto de reconstrucción como de hostilidad hacia el mar; un espacio suspendido entre el luto y la reparación. “Me incomoda la gente que lanza cenizas al agua, mientras otros aún buscan para encontrar a los suyos”, esgrime un vecino. “Todos tienen sus razones, es complicado”, contrapone segundos después.
Igualmente sugerente resulta ¿Puedes oírme?, la aproximación al artista barcelonés Jaume Plensa. “Está súper bien, pero tenemos que hacerlo mejor”, exige a un colaborador durante la preparación de una obra. La cinta, de inicio felliniano, sigue el rastro de las actuaciones del escultor en Francia, Suecia o Estados Unidos. Con ellas elabora un retrato complejo, vertebrado en la realización de las obras, la preparación de exposiciones, numerosas entrevistas y reflexiones lúcidas. “Los humanos decimos tres o cuatro cosas en cada frase. Con los robots hay que intentar decir una, simple, corta y directa”, comenta en el documental Hi, A.I. el trabajador de una empresa de robótica. Chuck es un alma solitaria y acaba de adquirir uno con el que conversar en sus largos viajes. Como lo hace un joven para que el androide asista a su madre anciana. “Si lo conectamos a internet dejará de ser nuestro robot. Sabrá muchas más cosas; pero si lo mantenemos desconectado, se irá haciendo con nosotros”, comenta el hijo sopesando ventajas e inconvenientes. Este acercamiento a la inteligencia artificial inicia aparentemente amable pero la cruda exposición de las limitaciones va virando el mensaje del deslumbramiento al escepticismo. O quizá simplemente hacia la reflexión. Como sucede en Winter journey donde, en clave de falso documental protagonizado por Bruno Ganz, se analiza el ascenso de Hitler a través del relato de unos emigrantes en Arizona. El manejo de los géneros y la mezcla de formatos son sólo algunas de las virtudes de un documental sobresaliente, como lo son otras muchas de las obras seleccionadas.
El festival se prolongará hasta el próximo día 31, y para los aficionados al género constituye este año -y ojalá que muchos más- una cita ineludible. Una fiesta del cine antes sencillamente inalcanzable. “En alemán es zauber, ¿cómo lo traduces?” consulta Bruno Ganz a su hijo en la ficción. “¿Magia?”, le sugiere. “Sí, algo así como magia”. O expuesto de otra forma por Jaume Plensa: “a veces es más importante saber dónde volver que a dónde ir”. Así que por favor, on line o presenciales: festivales, vuelvan pronto.
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