Artes escénicas

De cómo internet inventó el teatro

  • Ramón Gázquez y Cristian Alcaraz recuperan para el próximo fin de semana 'Sal de la pantalla y bésame', un proyecto de teatro virtual 'one to one' a través de Skype y WhatsApp con siete historias independientes para disfrutar en plena cuarentena

'Sugardaddy', uno de los perfiles de 'Sal de la pantalla y bésame'.

'Sugardaddy', uno de los perfiles de 'Sal de la pantalla y bésame'. / Gázquez y Alcaraz

Si la crisis del coronavirus ha convertido la conexión wifi en un canal casi exclusivo para la transmisión cultural, con conciertos y funciones teatrales servidas en directo a través de las pantallas más allá de las consabidas plataformas, cabe recordar el carácter pionero de algunos kamikazes que llevan años indagando en el modo en que internet ha transformado radicalmente no sólo la misma transmisión cultural, sino, incluso, la identidad de quienes la comparten. En lo que se refiere a las artes escénicas, mientras la plana mayor del sector defiende un ideal del teatro como experiencia directa, a modo de resistencia frente a la creciente virtualidad, ciertos creadores no han tenido miedo a la hora de indagar en las posibilidades de reunir ambos extremos y hacer de internet, también, un instrumento teatral, bajo la premisa de que la vida misma cotidiana se resuelve, con una determinación cada vez mayor, entre lo único y lo otro, entre la participación directa y la mediación de la multipantalla, con resultados a menudo sorprendentes. Entre estos creadores que han abierto caminos para la expansión artística que muy pocos habían llegado siquiera a sospechar figuran los malagueños Ramón Gázquez y Cristian Alcaraz, quienes, con una trayectoria nada desdeñable en las artes escénicas y la literatura, decidieron unir sus esfuerzos y poner en marcha proyectos comunes de largo alcance (el último, Put your hands up, tuvo su reciente estreno en el Teatro Cánovas, aunque de momento las funciones han tenido que suspenderse por la clausura del teatro). Uno de estos proyectos, Sal de la pantalla y bésame, reúne siete historias independientes para un proyecto de teatro virtual one to one, dirigido en cada función a un único espectador, a través de Skype y WhatsApp. La iniciativa echó a andar el año pasado y ha contado con presentaciones en festivales como el Radical de Córdoba, el Irreconciliables de Málaga y el Congreso Internacional Artes y Diversidad organizado por la Universidad de Murcia. Ahora, el aislamiento obligado a cuenta de la emergencia sanitaria invitaba a recuperar el envite, y ha sido: los interesados podrán disfrutar de Sal de la pantalla y bésame el próximo viernes 20 y el sábado 21, cómodamente desde sus casas, desde las 21:00 hasta la 1:30.

'Satoshi y Tetsuya', una de las historias de 'Sal de la pantalla y bésame'. 'Satoshi y Tetsuya', una de las historias de 'Sal de la pantalla y bésame'.

'Satoshi y Tetsuya', una de las historias de 'Sal de la pantalla y bésame'. / Gázquez y Alcaraz

Sal de la pantalla y bésame está conformada por siete historias, en su mayor parte monólogos, de veinte minutos de duración cada una. El término historia debe entenderse aquí en un sentido bastante libre, porque la intención, tal y como explica Cristian Alcaraz, es que el espectador "forme parte activa en la construcción de la narrativa en cada caso". Así, el espectador tiene en cada función al actor o performer en su pantalla para él en exclusiva, pero su función es mucho más activa que la del público tradicional: los actores preguntan abiertamente a los espectadores por sus gustos, sus amigos o su propio relato personal para trenzar el episodio a partir de ese diálogo. Cada espectador pone, por lo tanto, mucho de su propia experiencia real, pero tampoco los intérpretes (entre los que figuran Alessandra García, Juanfran Contreras, María del Alba Tenorio y Enrique Doménech) se acomodan en el rol tradicional del actor: les corresponde poner de su parte con igual intensidad para completar la intimidad que sostiene Sal de la pantalla y bésame. De esta forma, aunque ciertamente cada performer interpreta de entrada un papel, las distinciones entre realidad y ficción quedan debidamente pulverizadas. 

"La intención es que el espectador forme parte activa de la construcción de la narrativa", explica Cristian Alcaraz

Explica Alcaraz que los espectadores, por lo general, "reaccionan muy bien ante la propuesta. Al principio a algunos les resulta algo extraño el formato uno a uno, pero después entablan una relación muy poderosa con los actores y performers. En ocasiones, incluso, se da una intimidad muy singular. Una de las obras está protagonizada por un chico que habla abiertamente de sus relaciones y de su sexualidad. En una función en la que el espectador era otro chico, le preguntó: '¿Te apetece dormir conmigo?'. Y el espectador respondió: '¿Dónde vives?'. Es todo muy abierto. Puede pasar casi cualquier cosa". En consecuencia, la escritura de los textos dramáticos sigue un proceso muy distinto al del teatro tradicional: "Se trata de explorar cómo nos relacionamos en internet, cómo nos presentamos y cómo percibimos al otro. Así que los textos sirven de apoyo a una experiencia compartida en este sentido. Nuestros textos incluyen vínculos e hipertextos, de manera que, mientras interactúan, el actor y el espectador navegan por internet. Puedes terminar viendo vídeos de Youtube o en la web de Zara, todo depende del interés del espectador. Las historias son suficientemente flexibles para que esto suceda. Lo importante es que al final nos preguntamos quiénes somos en realidad y quiénes somos en las redes", apunta Alcaraz.

Del mismo modo, la escritura sigue un proceso abierto que nunca se da por cerrado: "Para las nuevas funciones hemos cambiado algunas cosas. Hacemos referencia a la epidemia, claro. Pero también incluimos, historias reales, como la de Dolly, la primera chica que se suicidó por Facebook", señala el poeta y dramaturgo, quien admite que, a la hora de buscar referentes para su proyecto, no encontró demasiados: "No conocemos muchas experiencias de este tipo. En todo caso, sí nos inspiró mucho el trabajo que hace Alberto Cortés, quien ha desarrollado proyectos teatrales para un espectador exclusivo". Este carácter innovador resulta especialmente atractivo a toda una legión de espectadores que buscan nuevas narrativas y que encuentran en la interacción virtual posibilidades excitantes: de hecho, todas las funciones de Sal de la pantalla y bésame organizadas hasta ahora han agotados los aforos y para las funciones de esta semana Gázquez y Alcaraz han recibido ya numerosas solicitudes. No obstante, los interesados en participar como espectadores pueden hacerlo escribiendo a la dirección de correo electrónico info@gazquezalcaraz.com y, al precio de 4 euros por pase, distraer un tanto el claustro en casa con una nueva forma de hacer y ser teatro.  

    

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