Dámaso Ruano, el pintor del alma inquebrantable

El Ayuntamiento le otorga mañana la medalla de la ciudad y el título de Hijo Adoptivo El alzheimer que sufre desde hace ocho años lo mantiene apartado del motor de su vida, el arte

Pilar Cervera y Pilar Ruano, madre e hija, en el antiguo estudio de Dámaso Ruano rodeadas de obras del artista.
Pilar Cervera y Pilar Ruano, madre e hija, en el antiguo estudio de Dámaso Ruano rodeadas de obras del artista.

Alguna vez se escuchaba la cálida voz de Eva Cassidy en el estudio de Dámaso Ruano. Era el acompañamiento perfecto para esa obra que conmovía a todo aquel que se detenía a observarla. Esos horizontes pintados con una elegancia suprema, esa combinación de colores, de texturas, de volúmenes que tan delicadamente se unían para formar un todo en perfecta armonía, esa luz cautivó a muchos como un flechazo a primera vista. Pero más aún lo hacía la humanidad de aquellas manos que movían con maestría el lápiz o el pincel. El alzheimer ha alejado a Dámaso Ruano de su estudio, de su ventana al mar, de su mesa de trabajo y de su música, pero su alma inquebrantable, la del artista que dotó de sencillez y autenticidad su obra y su vida continúa allí. Está en cada lienzo que su mujer Pilar Cervera y sus hijos tienen colgado, en cada rincón que trae al recuerdo al gran hombre que la enfermedad ha retirado a una cama desde el pasado mes de enero. El Ayuntamiento de Málaga vuelve a hacer protagonista mañana su figura con la entrega de la medalla de la ciudad y el título de Hijo Adoptivo.

Él no estará presente en el acto, tampoco ha sido nunca muy amigo de homenajes y alabanzas, pero para su familia es "un orgullo grandísimo que la ciudad en la que decidió quedarse y en la que miró al mar le rinda un nuevo homenaje", como explica su hija Pilar Ruano, que se siente agradecida por el calor de los que quieren a su padre. "Mi padre siempre ha sido un hombre sencillo, cercano a su gente, a su barrio y muy generoso", considera la mayor de sus cinco hijos, siempre dispuesta a beber de las enseñanzas de su padre, a quedarse sumida en el diálogo que su progenitor mantenía con la obra, a admirar su capacidad de trabajo y su sinceridad ante la tela.

"Él ha pintado por amor, ha creado con el alma, con la emoción y la gente ha valorado la poesía y la transparencia de su obra", estima Pilar Ruano. Su esposa, Pilar Cervera, asegura que "nunca ha pintado por encargo, ni para vender, era yo la que le tenía que motivar para que hiciese exposiciones", relata la mujer que lleva 45 años siendo el bastón en el que el artista siempre se ha amparado.

A la memoria le viene a Pilar la primera etapa de Dámaso, nacido en Tetuán en 1938, huérfano de padre militar y criado en el Protectorado de Marruecos como tantos españoles en aquellos años. Quiso estudiar Arquitectura pero la situación económica de la época no se lo permitió y cursó Magisterio en Madrid. Aunque sacó las oposiciones con grandes calificaciones nunca fue funcionario. "Él lo que quería era pintar", dice Pilar Cervera. En 1969 se instalaron en Málaga, en un piso que su tío compró para su madre pero que dejó en uso a su sobrino poco después de casarse.

De Tetuán se había traído la tierra, el desierto, los colores ocres, grises y negros y una etapa pictórica inédita en la ciudad, más figurativa que abstracta y que tan sólo conocen los más allegados. "Dámaso trajo una pintura muy moderna", recuerda Pilar Cervera. Pero también reconoce que "nos vinimos con una mano delante y otra detrás y con su obra que ya empezaba a venderse, sobre todo a arquitectos". En 1970 realizó en la antigua Caja de Ahorros de Antequera su primera muestra en la ciudad y desde entonces entabló contacto con pintores malagueños y andaluces.

De sus paseos por la playa, de la luz andaluza comenzó a hacer suyos los azules, los verdes e incorporó a su paleta también los rojos, los naranjas y los rosáceos del atardecer. Restos de madera que encontraba, gasas u hojas de periódicos cobraban la humanidad requerida para contar las historias que quería contar y las que Antonio Gala apreció en sus lienzos.

En 1979 fue miembro fundador del Colectivo Palmo junto a artistas como Enrique Brinkmann, Jorge Lindell, Juan Béjar, Manuel Barbadillo o Pepa Caballero, entre muchos otros. La vanguardia malagueña, con Ruano como uno de sus exponentes, vivió sus momentos dulces en los albores de la década de los 80.

Durante 35 años estuvo dando clases de dibujo en el colegio Cerrado de Calderón, pero cuando sus hijos terminaron de estudiar lo dejó para dedicarse por completo a la pintura, el motor de su vida, el significado de todas sus horas, incluso, de sus sueños. "Dámaso ha trabajado mucho en el silencio de su estudio y no ha sido un pintor popular, quizás por eso no esté lo valorado que debería", considera Pilar Cervera. "Ha sido siempre un auténtico artista, lo único que le interesaba era pintar", agrega.

En su tablón del estudio cuelga una nota escrita de su puño y letra y extraída del filósofo David Hume: "La belleza de las cosas existe en el espíritu de quien las contempla". El suyo vio y sus manos crearon. Él es belleza.

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