De la España del 82 a la de Podemos en 2018: retrato de dos generaciones

Víctor Sánchez lleva a escena "la euforia y el cabreo de los jóvenes votantes de ayer y de hoy" estos días en el Teatro Echegaray

El plantel de actores posa vestido acorde a la moda de los 80. / M.H
Isabel Vargas

Málaga, 16 de diciembre 2016 - 02:03

'esta España viva, esta España muerta. / De tu santa siesta ahora te despiertan / versos de poetas / [...] Esta España nueva, esta España vieja / […] Esta España mía, esta España nuestra'. Aquellas estrofas entonadas por una atrevida joven llamada Cecilia hace 30 años podrían poner "la banda sonora a este país ahora", afirma Víctor Sánchez Rodríguez, el director y autor -junto a Lucía Carballal- de la obra que se representa hoy y mañana a las 20:00 en el Teatro Echegaray. A España no la va a conocer ni la madreque la parió sienta a dos generaciones de jóvenes de una familia española de izquierdas frente a frente para comparar dos contextos sociales y políticos que se desarrollan en un momento de cambio.

La acción arranca en 1982, en medio de la victoria socialista de Felipe González con 10 millones de votos. "La generación de nuestros padres vivió ese momento como una victoria de la izquierda, que no se había repetido desde la Segunda República, y una mayoría depositó en el Partido Socialista sus deseos", explica el dramaturgo. Aquel año, el del mundial y Naranjito, muchos cumplieron 18 años y se estrenaron como votantes con mucha ilusión, la misma con la que abría sus ojos un país aún por construir. Y sus conversaciones lo reflejan. "Hay que estar alegres porque nuestros hijos nos preguntarán: "¿Dónde estabas tú la noche que ganó Felipe?". Les voy a decir que estábamos llenos de ilusión. Es que lo demás se va a olvidar. ¡Estoy tan segura!", le comenta una embarazada (Lorena López) a unos jóvenes con tupé, chupa de cuero y mirada airada.

La compañía Wichita muestra después un país en un futuro próximo donde los muchachos miran al pasado con incredulidad. Y esta vez no se confirma el sorpasso, sino que Podemos gana las elecciones. "En esta parte se observa a jóvenes de hoy como yo, desengañados y cabreados, que tienen ganas de cambio. Sin embargo, ellos ven imposible tener la misma ilusión que sus padres porque la historia está ahí y se mira con ojos críticos", desgrana el que fuera galardonado con el XIX Premios Max en la categoría Mejor Autoría Revelación por Nosotros no nos mataremos con pistolas. Los personajes, interpretados también por Carlos Amador Lara Salvador, Bruno Tamarit y Silvia Valero, notarán el cambio de siglo en su ropa y hasta en su propia independencia. La mujer embarazada, obsesionada con el bienestar de su familia, en esta segunda parte trabaja y no tiene hijos.

La obra "nada panfletaria" no gustará a una mayoría políticamente correcta, ni a los militante acérrimos, pero sí a un sector que hace crítica de la izquierda desde la izquierda. "La tarea pendiente de Podemos es conectar con la clase trabajadora. Y por ahora no lo ha conseguido", razona. Según el director de escena, "hoy los ideales de la izquierda son más pragmáticos y el programa del partido trata de volver a los valores de la socialdemocracia de aquellos años porque en los 80 los ideales eran más revolucionarios".

La célebre frase que Alfonso Guerra pronunció al final de la Transición da título a esta pieza donde pasado y presente sentimental se abrazan. "La gente va a salir como si le hubieran dado un guantazo. Esta producción es una mirada crítica al paso del tiempo, nada pactada como en Cuéntame o en Velvet, donde directamente no existe la dictadura", comenta. Más allá de la política, el dramaturgo incide en que es "la historia de dos generaciones, de una familia, donde es fácil reconocerse".

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