Hermosa Sicilia II: Naxos y Taormina

El jardín de los monos

Dejó escrito Goethe que "Taormina es un paraíso en la tierra". Sin ser precisamente de lo más original, promovió el turismo en la bella ciudad como nadie

Hemosa Sicilia I: Trinacria - Málaga Hoy

Elena y Aser

Antiguo Teatro de Taormina, en Sicilia.
Antiguo Teatro de Taormina, en Sicilia. / Efe/Alessandro Licciardello
Juan López Cohard

Málaga, 11 de junio 2023 - 07:14

Taormina es un paraíso en la tierra” dejó escrito Goethe. No fue precisamente de lo más original con la frase el escritor, poeta e “influencer” romántico, pero promovió el turismo en la bella ciudad como nadie. Y bien que le ha durado su publicidad, ya que, aparte de los románticos del XIX, en el siglo XX ha sido un destino vacacional de primer orden al que no han faltado escritores como Truman Capote, Tenessee Williams, Thomas Mann, o directores, actrices y actores del séptimo arte como Liz Taylor, Richard Burton, Greta Garbo, Cary Grant, Audrey Hepburn, Orson Welles o Rita Hayworth. Algunos de ellos, como el matrimonio Elizabeth Taylor y Richard Burton, dejaron huella poniendo de moda algunos establecimientos como el Wunderbar Caffé en la Piazza IX Aprile 7, donde después de unos cuantos dryMartini montaban sonadas grescas.

Abordar el recorrido por Sicilia comenzando en Giardini-Naxos o Taormina es una buena idea. Giardini-Naxos es la playa de Taormina. Uno en la playa y la otra en el monte, en este caso en el monte Tauro. Con estas dos pequeñas ciudades se hace uno la idea perfecta de lo que le espera en Sicilia: el perfecto contraste y simbiosis entre la belleza de una espectacular naturaleza como la reflejada en la bahía de Naxos con la “Isola (Isla) Bella de Taormina” –un frondoso islote verde que se baña en mitad de unas aguas puras y cristalinas, unido a la playa por una lengua de arena que aparece y desaparece según la marea– y el desfile de legados culturales, artísticos y arquitectónicos, vestigios de todos los pueblos que la forjaron. Quizá también sea buena la idea de comenzar a recorrer Sicilia partiendo de Naxos porque, según parece, ésta fue la primera colonia griega que se estableció en la isla. Su nombre se debe a que los primeros colonizadores griegos procedían en su mayoría de la isla homónima del mar Egeo perteneciente a las Cícladas, cuya capital también se llama Naxos. Así que para no confundirse es mejor denominar a la ciudad costera siciliana como Giardini-Naxos, siendo Giardini su nombre siciliano.

La colonia de Naxos se fundó en el año 736 a.C. Un ateniense llamado Teocles, tras naufragar en sus costas, volvió después para crear un asentamiento. Lo fundó bajo la advocación de Apolo Arquegetes, apodo que significa “guía” o “fundador”. Eso nos cuenta el historiador Heródoto de Halicarnaso que vivió en el siglo V a.C. A comienzos del s. IV a.C. Naxos pasó a manos del tirano Hipócrates de Gela, ciudad siciliana en la costa sur. Tras sucederle en el poder varios tiranos de Gela y Siracusa, el más famoso, Dionisio I de Siracusa, acabó destruyendo y sometiendo a Naxos, cuyos sobrevivientes fueron, o vendidos como esclavos, o residiendo en la ciudad que se reconstruyó más arriba, en la falda del monte Tauro, y que tomó el nombre de Tauromenión (actual Taormina).

Los restos de la primitiva Naxos se han encontrado en el cabo Schisò. El yacimiento de Giardini-Naxos ha puesto en valor una muralla megalítica de casi 300 metros de longitud, los cimientos de un templo griego, seguramente dedicado a Afrodita, trazado de calles y casas y la zona sagrada, a más de algún templo periférico, entre ellos el de Apolo Arquegetes. En el extremo del cabo se encuentra un pequeño museo arqueológico y muy cerca están las gargantas de basalto (Gole dell´Alcántara) que, a los pies del Etna, forma el río Alcántara y que constituyen uno de los parajes más bellos de Sicilia.

También he de confesar que comenzar la visita en Giardini-Naxos tenía otras motivaciones exclusivamente afectivas y personales. Allí viven las amigas de nuestras hijas Mónica y Beatriz, la arquitecta Elena Archidiácono y su hermana Paola, junto a otros, cuya visita nos era, además de deseada, obligada. Pero también queríamos visitar a un importante y memorable pintor italiano conocido como el Barón Gianni Pennisi, de quien quiero dejar memoria, tanto por haber sido un artista de rango universal, como por su grandeza humana. Teníamos que saludarle por encargo de nuestra común amiga la escultora Elena Laverón y fuimos a encontramos en su casa de Giardini-Naxos. Allí residía con su esposa Lunella que regentaba el “Ristorante Sea Sound”.

Gianni Pennisi nació en 1924 en Acireale, a unos 35 Km de Naxos, en el palacio familiar de los barones Floristella donde, por cierto, se rodaron varias escenas de la tercera parte de “El Padrino” que dirigió Francis Ford Coppola. En ese palacio es donde muere Lucio Lucchesi, interpretado por Enzo Robutti, aquél político implicado en la estafa del Banco Vaticano que termina arrastrando a Michael Corleone. Gianni comenzó a estudiar bellas artes, especialmente pintura, con el maestro Francesco Mancini. Continuó sus estudios en la Academia de Arte de Hamburgo con el maestro austriaco y gran exponente del expresionismo, Oscar Kokoscha.

En la década de los ochenta se adscribió al grupo de la vanguardia europea junto a Arman, Aubertin, Beuys, De Vree y Sarenco. Abandonó los pinceles para dedicarse por entero a la técnica de collage y llegó a ser considerado como el mejor collagista del mundo. En los noventa, Pennisi dio clases de su técnica en la academia de Düsseldorf y en la Escuela de Arte de Ubud en la isla de Bali. Sus obras han sido expuestas por todo el mundo y forman parte de numerosas colecciones privadas y de museos. El barón Gianni Pennisi de Floristella falleció en 2011 a los 87 años de edad. Nuestro primer encuentro fue en el año 2002, después volvimos a vernos varias veces más en Taormina y una vez, que vino expresamente a vernos, en Málaga.

Fuimos agasajados con una magnífica cena en el Ristorante Sea Sound, en el que pudimos degustar uno de los platos típicos de la variada y exquisita gastronomía siciliana, llamado “arancini”, que consiste en una albóndiga empanada, frita y rellena de arroz (risotto) con salsa ragú, plato que, según nos dijo Lunella, procede de la época árabe y, más concretamente, del s. X. Luego nos mostraron su casa, el estudio del barón y su obra. Conservo dos de sus collages, paisajes del Etna, que son una auténtica maravilla.

En el centro de Taormina está el hotel Diodoro, donde pernoctamos, que tiene unos apartamentos anejos, con entrada independiente, llamados Villa Julia que gozan de las mejores vistas que se pueda imaginar: La costa jónica con sus playas y la Isola Bella a sus pies y el Etna amenazante, con su agresiva e imponente belleza, al lado. Taormina está a unos 8 Km. de Naxos. Una carreterita estrecha, muy empinada y con multitud de curvas, que se suceden como cuentas de un rosario, las une. Allí, en un acantilado en mitad del monte Tauro, reposa encantada la pequeña ciudad de apenas 11.000 habitantes (más o menos los mismos que tiene Giardini-Naxos). El escritor y poeta francés Guy de Maupassant que visitó la isla en 1885, pocos años antes de su muerte, en su libro “Sicilia” dejó escrito: “A quién sólo dispusiese de un día para ver Sicilia y me preguntase: ¿Qué es que debo visitar?, yo le contestaría sin vacilar: Taormina. Se trata solamente de un paisaje, pero es un paisaje que resume en sí todo lo que hay en la tierra capaz de atraer la vista, la imaginación y el espíritu.”

Ya sabemos que se llamó Tauromenión y que el tirano Dionisio I de Siracusa permitió a los supervivientes de la destrucción de Naxos establecerse en ella. Se convirtió así en un importante y próspero enclave griego que tuvo su acrópolis en la cima del monte, donde después se alzó el castillo medieval. La ciudad, que pasó por todas las invasiones que tuvo Sicilia, llegó a ser, tras la caída de Siracusa, la capital bizantina de la isla. Con la invasión árabe, primero fue destruida y después floreció gracias al desarrollo agrícola que potenciaron los sarracenos y a las infraestructuras que garantizaron el suministro de agua a la ciudad. Con los normandos volvió a renacer el comercio y floreció el arte, construyéndose la actual catedral junto con numerosos palacios que hoy podemos contemplar. De hecho hoy día la ciudad que paseamos presenta un aspecto medieval.

Taormina es el primer centro turístico de Sicilia y uno de los más afamados del mundo. Si ya no es la ciudad de aquellos románticos del XIX o de los cineastas, escritores y artistas del XX, sí que continúa siendo uno de los más famosos destinos vacacionales de la gente glamurosa del XXI. De ello da fe el hecho de que la serie americana “The White Lotus 2” se haya rodado recientemente, y precisamente por ello, en el resort de superlujo “Palacio San Domenico de Taormina”.

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