Cultura

Jonás Trueba: "Lo cotidiano parece que no existe y es algo que a mí me obsesiona retratar"

  • El cineasta estrena el próximo viernes ‘Quién lo impide’, película aplaudida por la crítica y el jurado en el Festival de San Sebastián 

  • El largometraje, de 220 minutos, supone una “experiencia inmersiva” entre adolescentes

Jonás Trueba charla con uno de los participantes en ‘Quién lo impide’ durante una sesión de grabación.

Jonás Trueba charla con uno de los participantes en ‘Quién lo impide’ durante una sesión de grabación.

El cineasta Jonás Trueba no va a pedir poco a los espectadores de su próxima película. Su objetivo es que olviden las prisas y dediquen tres horas y 40 minutos a sumergirse de lleno en conversaciones y vivencias de un grupo de adolescentes y jóvenes a los que ha acompañado con su cámara durante cinco años.

Quién lo impide llega a los cines el 22 de octubre avalada por su éxito en San Sebastián. ¿Esto es un enganche para atraer al público a las salas?

–Nunca se sabe muy bien. Los premios ayudan mucho a que la película exista, a que se comunique. Refuerzan el trabajo de cara a los medios y a las salas de cine que las tienen que programar. Pero tengo mis dudas de que sirvan para atraer a espectadores. Yo normalmente no elijo una película porque le hayan dado una Palma de oro, un Goya o un Oscar. Lo hago por otros criterios, porque me interesa su directora o director, por lo que siento que me va a aportar...

–¿Qué supuso estar en San Sebastián para esta película?

–Que llegara a la sección oficial, que no era evidente, y que la premiaran tres jurados distintos nos ha dado una sensación de tranquilidad, de saber que la película se entiende y se comprende bastante bien.

–Dice que más que un largometraje es una experiencia de cine inmersivo. ¿Esto qué significa?

–Tiene que ver con esta idea de generar situaciones, espacios de convivencia y registrarlos con una cámara de cine. Yo mismo sentía que hacia una inmersión en estos grupos de jóvenes y me dejaba llevar. Me gustaría que el espectador se sintiera como yo cuando estaba con la cámara, que tenga la sensación de estar ahí con ellos, de ser uno más.

–Ha acompañado a estos jóvenes durante cinco años, ¿cómo ha sido el proceso?

–He hecho otras películas entre tanto, no he estado todos los días rodando durante cinco años, pero sí que ha sido una película hecha a impulsos, de una manera muy intuitiva, a ratos, cuando los jóvenes o yo podíamos. No había un plan de rodaje con el que cumplir ni un guión que filmar, como es habitual. Grabábamos cuando nos apetecía y como nos apetecía, con muchísima libertad, como no he tenido nunca.

–¿Por qué estos chicos? Ninguno es actor...

–No, ninguno es actor y cada uno viene de un lado. Han participado más de 300 jóvenes, con diferentes intensidades. El núcleo duro son menos y es bonito ver cómo cada uno ha ido apareciendo de un lugar. Primero estaban Candela y Pablo, con los que había trabajado en la película anterior, La Reconquista. A otros los conocimos en procesos anteriores de casting y otros muchos han aparecido porque decidimos volver a los institutos para, directamente, filmar conversaciones y encuentros con los que quisieran participar. Pero no como un proceso selectivo de nada, no buscábamos ningún perfil determinado a partir de un guión. Aquí la idea era ver con quién nos encontramos y sentir que nos entendíamos. Los que querían participar y con los que hubo mejor conexión son los que salen más en la película.

–¿Podría asemejarse a una labor periodística o sociológica?

–Sí, ver qué cuentan, qué les interesaba, qué les preocupaba... Los encuentros eran bastante azarosos, dependían mucho de los centros que nos abrían la puerta, de los que venían ese día y los que no... A partir de ahí a muchos los volvíamos a llamar para seguir explorando esta posible película.

–¿Cuánto tiene de ficción y cuánto de documental?

–Está todo muy mezclado. Diría que todo el rato la película es documental y todo el rato es ficción. Es tanto lo uno como lo otro. Hay momentos más de testimonio y otros de recreación, de puesta en escena, pero no he escrito una sola palabra en un papel. No les he dado un solo diálogo nunca jamás a ninguno. Sí hemos hablado entre nosotros y hemos pactado posibilidades de la ficción, de situaciones, de conflictos, de momentos concretos, cómo representamos esto o aquello.

–¿Qué les preocupa a estos adolescentes?

–Los temas no los decido de antemano, los traen ellos, y me he dado cuenta mientras la iba haciendo que no es una película sobre jóvenes sino que habla de las cosas que nos importan a través de ellos. Se habla del amor, de la sociedad, de la política, de la educación, de la soledad, de los miedos, del futuro... que son los temas que nos preocupan a todos a cualquier edad. Los jóvenes los encaran, a veces, con ingenuidad, pero también con una intuición y una pasión que luego se va perdiendo.

–¿Son incomprendidos?

–Es verdad que se les suele prejuzgar y que se les carga de clichés. En la película los tratamos de tú a tú, sin paternalismo, con muchísimo respeto, con admiración y enorme curiosidad.

–¿Su visión del futuro es desesperanzadora?

–Es complicada. Les toca salir a un contexto muy incierto. Son muy conscientes de que les ha tocado vivir un momento muy complicado y que les va a definir para bien y para mal. Les tengo mucha fe porque son gente que tiene ganas de hacer cosas, de vivir, de viajar, de mejorar su entorno... y quizás tengan más recursos y más capacidades que otros antes.

–¿Cree que la cinta puede transformar la percepción del adulto sobre la juventud?

–Sería muy pretencioso decir que la película va a cambiar la percepción de los jóvenes pero espero que en algunos espectadores sí ocurra. Hay padres que me han agradecido poder ver o intuir un poco más a sus hijos. La película muestra a los jóvenes cuando están fuera de casa y están tratados como adultos.

–¿Están bien representados los jóvenes en el cine?

–Lo que se ve son situaciones extremas, lo más espectacular, dramático y conflictivo. El 90% restante no ocupa espacio, no tiene libros, ni películas, ni canciones. Lo cotidiano parece que no existe y esto es algo que me obsesiona retratar. Con el cine tenemos que dar la batalla de lo pequeño.

–Ha hecho una película de 220 minutos...

–Sí. Al principio me sentía culpable, pero ya no. Va contra la tendencia de hoy a la brevedad y las prisas, lo sé, pero como cineasta intento ofrecer al espectador una experiencia potente e intensa. Tiene tres descansos para que puedas entrar y salir de ella. La película hace un ejercicio constante de pensarse a sí misma.

–¿Qué supone Quién lo impide en su carrera?

–Es verdad que es una película diferente a todas y me siento especialmente orgulloso de ella. Nace de un impulso muy pequeño que se ha hecho muy grande, es una película nada evidente, que yo no había visto como espectador y me apetecía que existiera. Es una película donde caben muchas cosas y es bastante generosa. Muchos nos hemos dejado la piel en ella. Realmente es una película que puede parecer muy loca pero tiene todo el sentido del mundo haberla hecho.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios