Málaga 451

Cobijo y éxito de La Noche de los Libros

  • Con las restricciones de aforo, La Térmica volvió a quedarse pequeña en su recuperado festival literario, para el que hubo que cambiar los planes a última hora por un impedimento distinto del virus: la amenaza de lluvia 

Lectores en los puestos de las librerías, en La Noche de los Libros celebrada este viernes en La Térmica.

Lectores en los puestos de las librerías, en La Noche de los Libros celebrada este viernes en La Térmica. / Javier Albiñana (Málaga)

Recordaba el coordinador de Málaga 451: La Noche de los Libros, Txema Martín, antes del encuentro que mantuvieron Fernando Savater y Alejandro Simón Partal, que la edición celebrada este viernes suponía el tercer intento desde 2020 para su realización, llevada al fin a cabo como un sueño cumplido y largamente hecho de rogar. De modo que la cita tuvo mucho de alivio, de reconciliación y de reencuentro después de los lamentables aplazamientos y cancelaciones impuestos por la pandemia. Convenía, eso sí, seguir teniéndole respeto al coronavirus, así que todo se resolvió con mascarillas, las medidas correspondientes y el control de aforos, lo que se tradujo en el lleno inevitable: entre la preservación de las distancias y las ganas de buena parte de la comunidad cultural de Málaga de volver a La Noche de los Libros, la cola para entrar a eso de las 20:00 (la apertura había tenido lugar a las 18:00) atravesaba ya todo el jardín del antiguo Centro Cívico hasta la verja. La Térmica volvió a quedarse pequeña, con menos gente, es cierto, pero con iguales efectos: más o menos a la misma hora, había que armarse de paciencia para recibir luz verde con la que acceder al área donde se disponían los puestos de editores y libreros. Pero, para más inri, si la organización había anunciado la intención de priorizar los eventos al aire libre para justamente ganar una mayor seguridad, hubo un cambio de planes a última hora que obligó a reubicar todas las actividades en espacios cerrados a cuenta de un adversario inesperado y distinto del virus: la amenaza de lluvia.

John Banville, durante su intervención en el festival literario. John Banville, durante su intervención en el festival literario.

John Banville, durante su intervención en el festival literario. / Javier Albiñana (Málaga)

El chaparrón caído al mediodía significó el detonante por el que La Térmica decidió pasar a la acción: los conciertos de Buenatarde, Soleá Morente, Tulsa y Colectivo Da Silva, para los que se habían agotado las entradas (a beneficio de la restauración de la librería Proteo) y cuya celebración se había destinado a los jardines de La Térmica, al aire libre, quedaron trasladados al Auditorio Edgar Neville, reservado en un principio para el escenario Málaga 451 (con Fernando Savater en diálogo con Alejandro Simón Partal, John Banville con Enrique Juncosa, Luis Landero con Juan Cruz y Tatiana Tibuleac con Paula Bonet). De modo que, para dejar el espacio libre a los conciertos, hubo que trasladar estos encuentros a otro espacio, la Sala Fuengirola, de capacidad mucho más reducida. Así, con tal de priorizar el acceso a los conciertos de quienes habían adquiridos sus entradas para los mismos, muchos de quienes confiaban en disfrutar de sus autores favoritos en el escenario Málaga 451 (de acceso gratuito) se quedaron con las ganas o metidos en colas con la esperanza de encontrar hueco para alguna sesión. En una de estas colas, alguien llegado de bastante lejos con el expreso deseo de ver a John Banville en Málaga ironizaba sobre el hecho de que, con tal distribución de espacios, más que La Noche de los Libros "esto parece La Noche de la Música". Y, bueno, razón no le faltaba. El escenario de la Poesía (donde brindaron sus lecturas Juan Cobos Wilkins, Beatriz Ros, Julieta Valero, Juan Carlos Mestre y Elizabeth Duval), previsto también al aire libre, se trasladó igualmente a la Sala Vélez-Málaga, en el interior, con idéntico resultado: muchas colas, poca capacidad en el aforo y una más que notable dosis de paciencia puesta en juego. Sí conviene subrayar que la organización respondió al envite a la altura para gobernar la afluencia sin dejar de garantizar la seguridad sanitaria en todo momento. La Noche de los Libros fue una fiesta algo apretada y con demasiada gente a las puertas, pero fiesta, al fin y al cabo. De eso se trataba. 

Fernando Savater, a su llegada a la sala donde se celebró su encuentro. Fernando Savater, a su llegada a la sala donde se celebró su encuentro.

Fernando Savater, a su llegada a la sala donde se celebró su encuentro. / Javier Albiñana (Málaga)

Después, bueno, siempre cabía la posibilidad, con un poco de suerte, y si se practicaba la puntualidad exigida , de disfrutar del diálogo que mantuvieron Alejandro Simón Partal y Fernando Savater, quien señalaba con su humor proverbial que hoy día, entre el papel de profesor y el de filósofo, él es, ante todo, "un jubilado". Preguntado por su condición intelectual, el autor de El valor de educar definía al intelectual como "la persona que se dirige a los demás como si fuesen intelectuales. El que se dirige a los demás como si fuesen párvulos nunca puede ser un intelectual". Eso sí, consideró que él sí había sido un buen maestro porque había sido al mismo tiempo "un ignorante: sólo los que saben que no saben pueden ser buenos maestros". Ya en materia filosófica, Savater recordó que las preguntas de la filosofía son "las que no quedan clausuradas por una respuesta. Si preguntas a qué hora sale el avión, la respuesta cierra la pregunta. Si preguntas qué es el tiempo, esa pregunta te acompañará toda la vida". Admitió que, como buen filósofo, todavía se siente concernido por el asombro, "pero un asombro repetido, que ya que sé que he sentido antes. Por eso la filosofía no es asunto de viejos, sino de jóvenes, porque para ellos es más fácil asombrarse por primera vez".

Soleá Morente, durante su concierto en el Auditorio Edgar Neville. Soleá Morente, durante su concierto en el Auditorio Edgar Neville.

Soleá Morente, durante su concierto en el Auditorio Edgar Neville. / Javier Albiñana (Málaga)

 

Por su parte, John Banville mantuvo con Enrique Juncosa un profundo y revelador diálogo, en otra de las citas históricas que Málaga 451 deja para el recuerdo, que comenzó en torno a la reciente Trilogía de Freddie Montgomery: el autor irlandés rechazó, de entrada, las conexiones que la crítica ha establecido entre esta obra y Nabokov, especialmente Lolita, y al ser preguntado por Juncosa sobre su querencia a convertir en historiadores del arte en criminales y asesinos, Banville recordó que el crimen narrado en la Trilogía "parte de un asesinato real que tuvo lugar en Irlanda", por lo que es la misma realidad la que sostiene sus intuiciones sobre el crimen. Ante Enrique Juncosa, Banville, reconocido en 2014 con el Premio Príncipe de Asturias, entró en el asunto del Premio Nobel, que prefiere dejar a un lado en entrevistas y otros encuentros. El autor confirmó que hace cinco años le comunicaron que había ganado el Premio Nobel de Literatura, aunque poco más de media hora después volvieron a llamarle para informarle de que se había tratado de un error: "Fui un Premio Nobel durante cuarenta minutos. Tuve tiempo de comprar el champán", afirmó Banville en La Térmica con su humor lacónico. Especial interés mantuvo el diálogo cuando derivó hacia la Trilogía de las revoluciones, en la que Banville abordaba las figuras de Copérnico, Kepler y Newton: refiriéndose especialmente a Kepler, el escritor señaló que los científicos "piensan como artistas. Es cierto que sus planteamientos se sostienen en las matemáticas, pero, por lo demás, artistas y científicos ponen todo su interés en los fenómenos, en su definición y explicación, como una búsqueda incesante que no termina nunca. De hecho, la física moderna cada vez se parece más en su formulación a la fantasía". Preguntado por su propia literatura, por su musicalidad y el modo en que tiende a describir más a los personajes que a los ambientes, Banville se refirió a la escritura como un juego: "Todos los escritores somos un poco infantiles. Cuando Picasso decía que ponía todo su empeño en pintar como un niño, también se estaba refiriendo a nosotros". 

Colas en la entrada a La Térmica. Colas en la entrada a La Térmica.

Colas en la entrada a La Térmica. / Javier Albiñana (Málaga)

Luis Landero, Tatiana Tibuleac, el resto de autores y los conciertos redondearon una Noche de los Libros que la amenaza de lluvia deslució aunque se tomó, al fin, su particular revancha contra el coronavirus. Convendrá ir con tiempo, por si acaso, el año que viene.

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