¿Mecenazgo? ¿Qué es eso?
El anuncio de una Ley de Mecenazgo por parte de José Antonio Griñán sirve en bandeja un debate con algunos agentes malagueños esenciales


Se viene hablando de mecenazgo con frecuencia en los últimos años como argumento recurrente para encontrar soluciones al ostracismo de la cultura. La crisis ha colgado un lastre enorme a la creación, divulgación, distribución y consumo de productos culturales y la figura del mecenas se antoja más necesaria que nunca. Tanto el ministro de Cultura, José Ignacio Wert, como el secretario de Estado de este departamento, José María Lassalle, han apuntado en varias ocasiones su preferencia por la adopción de un modelo ligeramente inspirado en el estadounidense (con beneficios fiscales para particulares y empresas que ejerzan de patrocinadores con la financiación directa de la producción artística), si bien, tras varias promesas de un abordaje inminente del asunto, todo sigue aún pendiente de un diálogo profundo entre artes y partes: creadores, empresarios y legisladores. En Andalucía, el consejero de Cultura, Luciano Alonso, ya había dado algunas pistas de lo que el presidente de la Junta, José Antonio Griñán, anunció este pasado fin de semana vía blog: su intención de poner en marcha una Ley de Mecenazgo para la comunidad que, con el fin de equilibrar "el duro golpe" que ha supuesto la subida del IVA, permita que "el consumo cultural sea beneficiado por los poderes públicos con desgravaciones y apoyos". Es decir, el Gobierno central propone que desgraven los patrocinadores, y el autonómico que lo hagan los consumidores. Por el momento, se trata tan sólo de ideas que requerirán un profundo marco de consenso en un contexto económico que no puede ser más desfavorable (Wert afirmó ayer mismo que espera que su normativa sea una realidad "en el plazo más breve posible"). Pero conviene consultar a quienes hacen la cultura día a día para que expresen su opinión sobre el asunto.
Málaga Hoy preguntó ayer al respecto a dos agentes indispensables de la historia reciente de la cultura en la ciudad cuyas áreas de influencia se corresponden con las dos más afectadas por la subida del IVA (hasta el 21%), las artes plásticas y las artes escénicas, desde el más estricto ámbito privado: el galerista Alfredo Viñas y el propietario del Teatro Alameda, Carlos Sánchez-Ramade. Viñas considera que la llave del mecenazgo la tiene el Gobierno de España, ya que las competencias autonómicas en la materia apenas alcanzarían el 40% del beneficio potencialmente deducible. Y su postura es la del escepticismo: "El Gobierno central está paralizado porque hoy día es imposible mover ficha con la cuestión fiscal. Y en Andalucía ocurre inevitablemente lo mismo. Por supuesto que es muy fácil estar de acuerdo con Griñán, siempre hemos pedido que se incentivara el consumo cultural. Pero también es necesario que existan deducciones fiscales para las empresas, porque así es como se hace el mecenazgo, ganando patrocinadores que obtengan beneficios concretos a cambio de determinadas inversiones. Y claro, en Andalucía el tejido no se encuentra ahora precisamente en las mejores condiciones posibles para ponerse a patrocinar eventos culturales. No hay más que comprobar lo que ha ocurrido en el Museo Picasso con la salida de dos firmas tan importantes como Novasoft y Unicaja". Y concluye: "En el fondo, el 40% de margen de acción de que dispone la Junta de Andalucía no supone un empuje muy grande para el mecenazgo. Los descuentos que yo suelo aplicar ya superan lo que se deduciría de ese 40% autonómico. Aun así, siempre es positivo que los gobiernos muestren una cierta preocupación por la supervivencia de la cultura".
Por su parte, Carlos Sánchez-Ramade se muestra favorable a la posibilidad de que quienes, por ejemplo, se abonen al Teatro Alameda, puedan obtener a cambio algunos beneficios fiscales, "pero también tendría que haber ventajas de este tipo para quienes producimos el producto". El promotor recuerda que, si bien ha sido el bolsillo del consumidor el que en principio ha asumido la subida del IVA cultural hasta el 21%, "hemos sido los directores, programadores y propietarios quienes hemos tenido que adaptar nuestra oferta al estrecho margen que este incremento nos ha dejado, asumiendo muchas veces parte del mismo para evitar que el espectador dejara de venir al teatro". Para Sánchez-Ramade, la solución pasa por que los teatros se conviertan en productores de sus propias programaciones (un reto que el Alameda ha asumido con la nueva sala Alameda Up), pero aun así "es más importante la entrada de patrocinadores que los beneficios fiscales a los espectadores". Muchos comensales, en fin, y poca tarta.
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