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32 Festival Internacional de Jazz de Málaga
Málaga/La relación de amor y odio que Málaga mantiene con el jazz continúa su curso con las paradojas habituales. Sólo pocas semanas después del cierre de un local que llegó que llegó a convertirse en emblemático como el Clarence Jazz Club (a su vez poco después de la clausura de todo un clásico como el Onda Pasadena), la ciudad se prepara para celebrar la trigésimo segunda edición de su Festival Internacional de Jazz, o, lo que es lo mismo, el Málagajazz, cuya sección abierta llevará decenas de conciertos durante la semana que viene a todo tipo de plazas y terrazas con la complicidad del sector hostelero. Si la paradoja tiene más que ver con la dificultad creciente de establecer una programación cultural cualquiera desde la estricta iniciativa privada, también es cierto que el empeño en hacer de Málaga un territorio del jazz parece abocado a contar algunos muertos en el camino. Lo curioso es que, hace cosa de un lustro, el que parecía muerto era el propio festival, que dejó alguna edición sin celebrar en su sede tradicional del Teatro Cervantes.
Aquellos paréntesis parecían anunciar un rip cantado, pero la llegada a la dirección de los teatros municipales de Juan Antonio Vigar resultó decisiva no sólo para que el certamen resucitara, sino para que encima lo hiciera con ambición suficiente como para situarlo en el mapa. De cualquier forma, el nuevo festival se celebrará desde este lunes hasta el domingo 4 de noviembre con el mismo objetivo: que Málaga sea conocida, también, por el jazz. Si hasta el presidente del Centro Pompidou de París, Serge Lasvignes, alaba el certamen, algo de agua llevará el río. Al fin.
En lo que a los siete conciertos programados para el Teatro Cervantes se refiere, cabe señalar la presencia de viejos conocidos en un menú que no resulta muy sorprendente pero que sí prodiga algunos de esos nombres por los que cierto sector de la afición al jazz suspira. Como ya es habitual, el ciclo comenzará este lunes en clave local con una propuesta de gran interés, el concierto familiar del Centro de Artes y Música Moderna de Málaga para orquesta y quinteto de jazz que, bajo la dirección de Tete Leal, revisará clásicos de Gershwin, Copland y Brubeck, entre otros. El martes 30 llegará uno de los conciertos a priori más estimulantes del festival: el que ofrecerá el trío británico GoGo Penguin, una de las últimas sensaciones de la escena europea, que en su esencia acústica y electrónica dialoga abiertamente lo mismo con Stravinsky y Shostakovich que con Brian Eno, John Cage y Radiohead (su segundo álbum, v2.0, que en 2014 abrió al grupo las puertas del sello Blue Note, es una de las producciones más redondas de las últimas décadas).
La cantante estadounidense Madeleine Peyroux volverá al Teatro Cervantes el miércoles 31 diez años después de su anterior concierto en el mismo escenario para presentar su nuevo disco, Anthem, producido por el siempre eficaz Larry Klein y un tanto menos introspectivo que sus anteriores entregas. En la jornada festival del 1 de noviembre, el Cervantes se vestirá de gala para recibir a toda una leyenda de la música francesa (mucho más allá del jazz, al cabo sólo uno de los muchos segmentos de su obra): el pianista y compositor Michel Legrand ha sido especialmente reconocido por sus bandas sonoras, que le han reportado tres Oscars y la admiración de propios extraños, si bien su abultada trayectoria incluye arreglos para Miles Davis, John Coltrane, Bill Evans y Ella Fitzgerald (su aportación a la chanson no ha sido menor: ahora podemos decir que Charles Aznavour y Maurice Chevalier habrían sido otra cosa muy distinta sin él). A sus 85 años, Legrand recibirá el Premio Cifu que otorga el Festival de Jazz a los talentos de su categoría. Pero el premio mayor, si todo sale como debe, se lo llevará el público que acuda al concierto.
No menos legendaria es la talla del batería norteamericano Billy Cobham, pionero del doble bombo a mayor gloria del rock progresivo que arrimó a las orillas del jazz ya en el seno de la todopoderosa Mahavishnu Orchestra de John McLaughlin. Cobham, que actuará el día 2 en el Cervantes, ha prestado sus servicios a referentes como Miles Davis, George Benson, James Brown, George Duke, John Scofield, Quincy Jones y Peter Gabriel, aunque desde los 70 lidera a la par sus propios proyectos, a menudo de la mano de músicos europeos y con abanicos cromáticos bien amplios, en todo caso, eso sí, al abrigo de la fusión marca de la casa. El pianista y cantante italiano Stefano Bollani presentará el día 3 su nuevo proyecto revisitador de la música popular brasileña, Que Bom, continuador del exitoso Carioca de 2008, con un cuarteto estrictamente brasileño. Y para despedirse, el Festival de Jazz de Málaga recurrirá a uno (otro) de los grandes bien conocido por la afición malagueña: el guitarrista John Scofield regresará el domingo 4 de noviembre para dejar claro quién manda en esto de la fusión a las seis cuerdas, con una formación que incluye la siempre prometedora alineación de Bill Stewart a la batería.
En cuanto al Festival Abierto, la programación se desarrollará durante los mismos días (desde mañana lunes 29 al domingo 4 de noviembre) en rincones tan diversos como la calle Alcazabilla, la plaza de Félix Sáenz, la plaza del Obispo, el café Central, el hotel Málaga Palacio, la plaza del Carbón, la plaza Mitjana, el restaurante Asako, la plaza de las Flores y la plaza de Jerónimo Cuervo, sólo por citar algunos. La nómina de artistas convocados de aquí y de allá incluye a The Málaga Jazz Collective, el José Carra Trío, Lucía Rey, Enrique Oliver, Bárbara Pareja, el Juanma Nieto Trío, el Sergio Albacaba Trío, el Juan Sebastián Vázquez Trío, Out of the Glue, el Gonzalo Del Val Trío y el Javier Navas Quartet, con actuaciones gratuitas y en algunos casos, claro, con aforos limitados. Ingredientes hay de sobra para que el jazz sea en Málaga una cuestión mayor. Aunque al cielo le dé por llover, maldita sea.
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