Tarde de playa

Jaime Noguera especula en este relato con una macabra reedición del 11-S en la Costa del Sol.

Tarde de playa
Tarde de playa

Nacido en Gotemburgo (Suecia) en 1977. Autor de Vampiros: La sangre es la vida, Hitler en el cine y la novela España: Guerra zombi. Coautor de Sobre el cine alemán. De Weimar a la caída del muro, Dictadores en el cine, La marca del vampiro y La marca de la momia. Actualmente escribe para el blog Strambotic y la web Russia Beyond The Headlines. Dirigió durante 15 años el Festival Internacional de Cortometraje y Cine Alternativo de Benalmádena (FICCAB). En este relato especula con una macabra reedición del 11-S en la Costa del Sol.

EL hombre contemplaba el mar. Las pequeñas olas rompían contra la arena al ritmo de las risas de algunos pequeños. En el horizonte se divisaba un buque, quizás un mercante cargado de contenedores o un petrolero. Una chica extranjera pasó frente a él con unos caídos pechos balanceándose.

Aquello le sacó de su trance. Abrió la bolsa de deportes que tenía a un lado de la hamaca donde llevaba sentado una media hora y sacó una botella de agua. Bebió un largo sorbo y la volvió a meter. Junto a esta había un objeto que sacó a continuación.

A corta distancia, un hombre que bebía una cerveza sentado sobre su hamaca la soltó, se puso de pie y salió corriendo. Él se incorporó, quitó el seguro, le apuntó y ametralló cuando solo había avanzado unos metros.

Hubo un extraño segundo de silencio, de incredulidad, en el que la cabeza y los hombros de su víctima se cubrieron de amapolas de sangre. El cuerpo se derrumbó sobre la arena. El agresor tuvo una fuerte subida de adrenalina mientras se daba una vuelta en la que sintió los ojos de los veraneantes fijos sobre él. Entonces se desataron los gritos.

Apuntó hacia la familia que comía filetes empanados junto a él. Les lanzo una ráfaga. Ametralló a unas niñas que tuvieron la mala idea de cruzar delante suya. Luego avanzó hacia el interior de la playa, primero disparando a una mujer mayor que intentaba refugiarse en una de las duchas, luego fulminando a un hombre muy pálido que leía el periódico indolentemente en su tumbona.

En la portada del periódico salpicado por la sangre había una gran foto en la que apreciaba una bandera negra salpicada de letras blancas. No entendía el idioma del diario. Parecía nórdico: "No te imaginabas que hoy te mataríamos aquí, en una playa".

Insertó un nuevo cargador en el fusil de asalto y se echó otro al bolsillo. Sabía que su vida duraría lo mismo que durasen aquellos cargadores.

La mayoría de los turistas corría hacia el paseo marítimo, y hacia los accesos a este. Se dirigió hacia allá pensando en que muchos de los que optaron por lanzarse al agua y nadar se salvarían. Corrió con el subfusil en ristre y casi se da de bruces con un hombre al que dejó pasar sin dispararle para no perder tiempo. Luego levantó el arma y durante varios segundos masacró con fuego y plomo a aquella procesión de infieles.

Fue a por ellos. Hacía calor, mucho calor. Sorteó los cuerpos pisando la mezcla de sangre y arena con la idea de entrar en un chiringuito en el que había visto movimiento. Se escondían allí y lo sabía. Puso el arma en la posición de disparo a disparo y rebasó un cartel que anunciaba "Espeto más cerveza 4 euros". La chica de las tetas fláccidas le observaba acuclillada junto a otras personas, detrás de una mesa. Un hombre intentó saltar por una de las ventanas. Yasser le disparó, luego apuntó a la frente de la chica y descargó otro disparo que salpicó de sangre, fragmentos de cráneo y trozos de cerebro al resto de sus compañeros. Pasó el rifle a ráfaga y les ametralló.

- Allahu akbar, allahu akbar- se animó a sí mismo.

Una moto de la policía frenó junto al chiringuito. Yasser se asomó por la puerta y derribó de tres balazos al agente. Un helicóptero sobrevolaba la playa.

Pronto vendrían a por él. Pronto sería un mártir, sería famoso. Sus amigos de la universidad saldrían por televisión para decir que no entendían nada, que parecía un chico normal e integrado. De todo el mundo llegarían likes a su foto en Facebook, con su arma y la bandera del Estado Islámico. Wafa no, Wafa lloraría por él, como su madre.

Los coches de la policía empezaban a llegar. Y una ambulancia. ¿A cuántos infieles había matado? ¿Treinta, cuarenta? Se preguntó cómo iría el resto de las operaciones. La que estarían organizando los otros con sus fusiles y sus granadas en Calle Larios en plena feria. Por no hablar de los ataques en playas y hoteles de Ibiza, Tenerife y Benidorm. Hoy comenzaba la reconquista de Al Andalus, hoy hundirían España como destino turístico.

Comprobó cuántas balas le quedaban en el cargador. Se incorporó y, rezando una plegaria, abandonó el chiringuito por la puerta, disparando hacia los coches.

"Tú has elegido la Shahada, con la muerte le diste vida a nuestra voluntad"

© 2015. Jaime Noguera. Todos los derechos reservados. Fotografía de Jaime Noguera: Delia Márquez.

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