Teatro del Soho Caixabank

Lluís Pasqual: memoria del teatro

  • El hombre a los mandos del Teatro del Soho brindó algunas de sus primeras oportunidades escénicas a Antonio Banderas a comienzos de los 80 en Madrid

Lluís Pasqual, en la dirección de ‘Tot esperant Godot’, estrenado el Teatre Lliure, en 1999.

Lluís Pasqual, en la dirección de ‘Tot esperant Godot’, estrenado el Teatre Lliure, en 1999. / Teatre Lliure

En aquel verano de 1981, Lluís Pasqual (Reus, 1951) acababa de cumplir 30 años y ya era uno de los directores más solicitados de España. Más aún: empezaba a serlo en buena parte de Europa. El Teatre Lliure, que había fundado en 1976, se había convertido en faro y escaparate de la primera vanguardia escénica del continente y su nombre comenzó a ser demandado por instituciones cada vez más influyentes. Aquel año, fue el Centro Dramático Nacional el que requirió sus servicios en Madrid con vistas a un estreno en el Teatro María Guerrero. Se optó por un clásico, La hija del aire, de Calderón, solución que encajaba a la perfección con la filosofía propuesta por el CDN en aquellos años convulsos y que permitiría a Pasqual incorporar el repertorio del Siglo de Oro a su visión de la escena, fértil y dispuesta a romper todos los límites. Para el papel protagonista se contrató a una actriz de verdadero tirón, Ana Belén, que compartió elenco con Paco Algora y Carlos Lemos, entre otros. Comenzaron los ensayos con vistas al estreno en octubre y, tras las pruebas pertinentes, uno de los papeles secundarios quedó en manos de un joven de 21 años que llevaba poco más de doce meses en Madrid, a donde había ido desde su Málaga natal a probar suerte. Se llamaba José Antonio Domínguez Bandera y logró debutar así nada menos que en el María Guerrero.

‘Vida de Eduardo II’, en el Teatro María Guerrero, con un joven Antonio Banderas (1983). ‘Vida de Eduardo II’, en el Teatro María Guerrero, con un joven Antonio Banderas (1983).

‘Vida de Eduardo II’, en el Teatro María Guerrero, con un joven Antonio Banderas (1983). / M. H.

El éxito de Lluís Pasqual fue tal que en 1983 asumió la dirección del CDN. Para su presentación, decidió llevar a Madrid la producción que había estrenado el mismo año en el Lliure de Vida del Rey Eduardo II de Inglaterra, la obra de Marlowe reescrita por Bertolt Brecht. La versión de Jaime Gil de Biedma y Carlos Barral se tradujo al castellano, se conservó toda la escenografía y los vestuarios de Fabià Puigserver y se propuso, eso sí, un nuevo reparto: Alfredo Alcón, Mercedes Sampietro y Juan Gea se encargarían de los papeles principales. Cuando todo parecía ir viento en popa, Gea sufrió un accidente pocos días antes del estreno, señalado para el 29 de noviembre, y se lastimó un pie. En la búsqueda de un sustituto in extremis volvió a aparecer Domínguez Bandera, que para entonces ya había adoptado el nombre artístico de Antonio Banderas. El año anterior, en 1982, el malagueño había llamado la atención de muchos con su aclamada interpretación en La ciudad y los perros, adaptación de la novela de Vargas Llosa estrenada en la Sala Olimpia bajo la dirección de Edgar Saba; y ahora, sólo dos años después de aquel debut, Banderas volvía al María Guerrero con un papel protagonista de especial lucimiento, el Gaveston marloweano. Se puede decir que a Banderas le acompañó la suerte con el accidente de Juan Gea, pero también que supo aprovecharla: su actuación puso a buena parte de aquel Madrid boca abajo y abrió para él, diez años antes de su marcha a EEUU, las puertas del éxito en España. Pasqual volvió a reclamar a Banderas en otras dos ocasiones para el María Guerrero: en 1986 (el mismo año en que el actor rodó Matador a las órdenes de Almodóvar, con quien ya había trabajado en 1982 en la que fue la primera película del malagueño, Laberinto de pasiones) para su lorquiano Diálogo del Amargo y en 1988 para la reposición del Eduardo II. Después vinieron Hollywood, El Zorro y El Gato con Botas. Pero no es descabellado afirmar que sin Lluís Pasqual la historia de Antonio Banderas habría sido muy distinta.

El reconocimiento de Lorca como autor universal debe mucho al empeño de Pasqual

Con Núria Espert, el año pasado, en la presentación del 'Romancero Gitano' en el Teatro de la Abadía. Con Núria Espert, el año pasado, en la presentación del 'Romancero Gitano' en el Teatro de la Abadía.

Con Núria Espert, el año pasado, en la presentación del 'Romancero Gitano' en el Teatro de la Abadía. / Mariscal / Efe (Madrid)

Todo este relato explica, hasta cierto punto, los motivos que llevaron a Banderas a fichar a Lluís Pasqual para dirigir su Teatro del Soho Caixabank en Málaga. Como ha explicado el actor en varias ocasiones, su éxito en el cine significó un deseo hecho realidad que, al mismo tiempo, le privó de una mayor presencia en el teatro, ámbito que le ha aportado una gran confianza emocional y profesional y en el que, paradójicamente, su dedicación ha sido hasta ahora mínima. Más allá de que Antonio Banderas haya decidido quitarse la espinita que venía arrastrando desde la celebrada reposición del musical Nine, estrenada en Broadway en 2003, con A Chorus Line, la posibilidad de contar ahora con Lluís Pasqual en su proyecto le devuelve a aquellos años en los que el teatro era para él una realidad primero prometedora y después constante. Puede decirse, eso sí, que la suerte ha vuelto a estar de su parte con la dimisión que Pasqual presentó en septiembre del año pasado en el Teatre Lliure, que venía dirigiendo en una tercera etapa desde 2011 (en la segunda, que se prolongó entre 1998 y 2000, ejerció de codirector junto a Guillem-Jordi Graells), con la consiguiente disponibilidad. Pero cabe recordar que Lluís Pasqual es uno de los directores escénicos más demandados del mundo: además del Teatre Lliure y el CDN, entre 1990 y 1996 se encargó de la gestión del Théatre de l’Odeón de París y entre 1995 y 1996 hizo lo propio con la Bienal de Teatro de Venecia. Como director artístico, su agenda mantiene el pulso internacional: esta misma semana ha estrenado en el Teatro Stabile de Nápoles un nuevo montaje de La grande magia, obra de uno de sus autores predilectos, Eduardo de Filippo. Que Pasqual diera a Banderas el obedeció en gran medida, tal y como admitieron ambos, a la amistad que comparten, más poderosa que las muchas ofertas de buena parte de los principales escenarios del mundo que aspiran a contar con Pasqual como director. Y que una trayectoria como la suya anide ahora en Málaga significa una oportunidad única para la proyección cultural de la ciudad.

Marisa Paredes, en el 'Hamlet' de Pasqual (2005). Marisa Paredes, en el 'Hamlet' de Pasqual (2005).

Marisa Paredes, en el 'Hamlet' de Pasqual (2005). / Málaga Hoy

En realidad, el mismo teatro español habría evolucionado de un modo bien diferente sin Lluís Pasqual, que dirigió su primer montaje, Roots, de Arnold Weskler, en 1968. A comienzos de los 70, mientras estudiaba Filosofía y Letras en Barcelona, conoció en el Institut de Teatre al escenógrafo, actor y director Fabiá Puigserver, con quien colaboró regularmente hasta su muerte en 1991. Ya en 1971 ambos llevaron a cabo algunos primeros envites lorquianos en el Teatro de la Comedia, en Madrid, aunque puede decirse que su trabajo fundacional fue La setmana tràgica, estrenado en Barcelona en 1975. Este montaje resultó decisivo para la fundación del Teatre Lliure en 1976 a cargo de Puigserver y Pasqual, además de otros aliados como Josep Montanyès y Carlota Soldevilla. El emblemático teatro abrió sus puertas con Camí de nit, obra escrita y dirigida por Lluís Pasqual, quien estrenó posteriormente en el mismo escenario Leonci i Lena, La vida del Rei Eduard II d’Anglaterra, Les tres germanes (con Rosa María Sardá), El balc y Primera història d’Esther. Su llegada en 1983 al Centro Dramático Nacional le permitió incorporar nuevos registros y, sobre todo, prestar atención a quien había constituido una de sus más particulares obsesiones desde sus primeros pasos en el teatro: Federico García Lorca. Pasqual estrenó en el María Guerrero el proyecto 5 Lorcas 5, que incluía el Diálogo del Amargo con Antonio Banderas, y Los caminos de Federico, protagonizado por Alfredo Alcón. Pero el definitivo órdago lorquiano llegó en 1986 con el estreno absoluto en castellano de El Público, obra escrita por el granadino en 1930, en el Teatro Studio de Milán y en coproducción con el Odeón de París. Con las escenografías y vestuarios de Puigserver y Frederic Amat (otro de sus aliados habituales), la obra contó en su elenco con Alfredo Alcón, Pedro Mari Sánchez, Juan Echanove, José Coronado y Carlos Iglesias, entre muchos otros. El montaje llegó al María Guerrero en el 87, donde, dos años después, Pasqual brindó un nuevo estreno lorquiano de altura con otra obra nunca representada anteriormente, Comedia sin título, en el que fue su último proyecto al frente del CDN. El director catalán ha seguido visitando a Lorca con regularidad: basta recordar ejemplos como Haciendo Lorca, estrenado en 1996 con Núria Espert (verdadera actriz fetiche, cómplice y amiga, con quien Pasqual trabaja con regularidad desde títulos como Una altra Fedra, si us plau, del 78, y la histórica Medea de 1981); Bengues, en el que Antonio Canales se metió en la piel de Bernarda Alba en 1997; Cómo canta una ciudad de noviembre a noviembre, que protagonizó Juan Echanove en 1998; Mariana Pineda, con Sara Baras, en 2002 (el flamenco es otra de las pasiones de Pasqual, quien encuentra en el género una poderosa conexión con su ascendencia andaluza); y el reciente Romancero Gitano, estrenado el año pasado en el Teatro de la Abadía, junto a Núria Espert. Como bien ha apuntado la profesora e investigadora María Delgado, el Lorca de Lluís Pasqual es todo lo opuesto al “andaluz profesional” al que se refirió Borges: es en manos del creador catalán como Lorca ha llegado a figurar como una referencia decisiva del teatro europeo de vanguardia del siglo XX.

Con Antonio Banderas, en Madrid, en la presentación del Teatro del Soho Caixabank. Con Antonio Banderas, en Madrid, en la presentación del Teatro del Soho Caixabank.

Con Antonio Banderas, en Madrid, en la presentación del Teatro del Soho Caixabank. / José Ramón Ladra

Pero Pasqual también ha cultivado a Shakespeare, como en aquel díptico formado por Hamlet y La Tempestad, estrenado en 2005 (y representado con fortuna en el Teatro Cervantes de Málaga) con un reparto que incluía a Marisa Paredes, Eduard Fernández y Francesc Orella; a Samuel Beckett, con Tot esperant Godot, estrenado en 1999 en el Lliure, y su versión en castellano presentada al año siguiente en el Teatro de la Abadía; Bertolt Brecht, con Madre Coraje y sus hijos (1986); y Valle-Inclán, con la adaptación de Tirano Banderas (1984), entre otros autores esenciales de la historia del teatro. En cuanto a la ópera, debutó en 1981 con Sansón y Dalila en el Teatro de la Zarzuela de Madrid y desde entonces ha dirigido numerosas producciones en Milán, Florencia, Bolonia, Frankfurt, Bruselas, Bilbao y otras ciudades europeas. Condecorado como Oficial de las Artes y las Letras y Caballero de la Legión de Honor por el Gobierno francés, ha obtenido el Premio Nacional de Teatro en dos ocasiones (1984 y 1991) y cuenta con numerosos reconocimientos internacionales. El Teatro del Soho entraña el nuevo episodio de su historia. Con Málaga como telón de fondo.

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