Crítica Teatral

'La discreta enamorada': Más allá del propio teatro

Uno de los momentos de 'La discreta enamorada'.

Uno de los momentos de 'La discreta enamorada'. / Sergio Parra

En una sociedad donde las apariencias lo son todo, la importancia de ser fieles a nosotros mismos y no permitir que las presiones sociales dicten nuestras decisiones sigue resonando en nuestro día a día. La discreta enamorada de Lope de Vega, puesta en pie por la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico en colaboración con el Teatro del Soho Caixabank, nos muestra lo poco que hemos cambiado en estos cuatrocientos años.

La historia nos cuenta la lucha de Fenisa por conseguir a su amado Lucindo, pero todo se complica cuando el padre de éste la pide en matrimonio. Fenisa ama y desea más allá de las costumbres de una sociedad arraigada en un concepto de honor que aún hoy en día no hemos logrado superar. Este deseo, en palabras del director, es "una fuerza inaudita que hará que nuestra protagonista se enfrente a todo lo que quiera impedir esa fuerza inevitable, vital y liberadora de sus potencias". Esta fuerza, la lucha entre la razón y el corazón, se camufla entre risas, canciones, enredos, capas y espadas, y llevó en volandas a un público emocionado durante las dos horas y media de espectáculo. Pero no se dejen engañar por la duración, cuando una historia está bien contada, el tiempo es relativo.

La puesta en escena, con el teatro desnudo, una escenografía principalmente fija que permitía sutiles cambios a vista de público, con una iluminación sencilla pero efectiva, además de una propuesta de vestuario que combina elementos de época y contemporáneos, contribuyeron a crear una atmósfera atemporal que permitió que la atención se centrara en lo realmente importante, en los personajes y en la acción. Mención especial merece el espacio sonoro, un punto fuerte de esta propuesta: la música en directo es siempre un acierto y eleva al espectáculo cuando, como en esta ocasión, se hace bien y es, además, interpretado por los mismos actores. Todo lo musical está perfectamente integrado.

Pero de entre todas las cosas, quiero destacar al joven elenco, del que percibimos un verdadero trabajo en equipo. Tuve la suerte de ver a Nora, Marc, Miriam, Pascual, Íñigo, y María, pero no tengo ninguna duda de que, quienes se alternen con ellos en lo que espero sea una larga gira, mantendrán el mismo nivel. Me impresionó mucho el talento interpretativo de este equipo. No es fácil lo que hacen en este espectáculo: cantar, bailar, tocar instrumentos y actuar de manera sobresaliente. Y no me refiero solo al grupo que lleva el peso de la acción, sino a cada uno de los actores y actrices que conforman el elenco.

No es fácil defender una propuesta desde la simple presencia, sin texto y sin abandonar el escenario. Y aquí también quiero mencionar el trabajo de Montse Díez y Lluís Homar, no por su talento o calidad, sino por su generosidad interpretativa con sus jóvenes compañeros, no paran de ofrecer y los jóvenes aciertan en aprovecharlo y jugar con ellos.

Lluís Homar dirige y capta la esencia del texto original de Lope de Vega, mucho más profundo de lo que parece a simple vista, y reúne los elementos necesarios para ofrecer un espectáculo fresco y actual que conecta con todo el público, incluido el joven. Es, sin duda, una propuesta necesaria que nos acerca el Siglo de Oro y también acerca el teatro como arte grupal, como un arte vivo, con los técnicos en el escenario y con la figura del apuntador como un personaje más.

Mostrar a los jóvenes cómo funciona el teatro, cómo se desarrolla una representación teatral sin esconder nada, tiene un valor que va más allá de lo puramente artístico, se convierte en una herramienta que nos ayuda a recuperar al público, especialmente al joven, para los clásicos y para el teatro en general.

En conclusión, La discreta enamorada nos invita a reflexionar sobre la importancia de ser fieles a nosotros mismos, más allá de las convenciones sociales. La obra nos recuerda que, a pesar de los siglos que nos separan de la época en que fue escrita, las luchas internas y las tensiones entre el corazón y la razón siguen siendo relevantes en nuestra sociedad actual. Es una muestra más de que el teatro clásico puede seguir cautivando y emocionando al público contemporáneo, ofreciendo una experiencia teatral única y enriquecedora que va más allá del propio teatro.

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