El hacedor de sueños

El Albéniz dedica un ciclo al director japonés Hayao Miyazali con la proyección de siete títulos indispensables del 16 de diciembre al 4 de enero y otras actividades para todos los públicos

El hacedor de sueños
El hacedor de sueños
Pablo Bujalance Málaga

13 de diciembre 2015 - 05:00

Akira Kurosawa lo consideró el mejor cineasta japonés de su generación y directores como Steven Spielberg, John Cameron y John Lasseter no han ocultado la admiración que profesan por él. No hace mucho, el director del Festival de Cine de San Sebastián, José Luis Rebordinos, armó un pequeño revuelo en las redes sociales cuando afirmó que no dudaría en incluir Mi vecino Totoro en cualquier lista de las mejores películas de la historia. Y habría lo que ver lo que hubiera pensado de él Walt Disney, quien redefinió a su antojo el capitalismo mundial en plena Guerra Fría a base de dibujos animados. Hayao Miyazaki (Tokio, 1941) es un director, dibujante y productor amado por muchos gracias a sus maravillosas películas, repletas de fantasía poética y lanzadas directamente a los sueños más íntimos de grandes y pequeños. Pero también es el hombre que dio a su tiempo un medio de entretenimiento alternativo a Hollywood, aunque con sus mismas armas, que llegó a adquirir rango universal (fenómenos como Bollywood no han mostrado precisamente mucho interés en derribar fronteras) sin dejar de ser un cineasta bien anclado en una evidente tradición cultural japonesa. Todo lo que se cuenta en torno a Miyazaki adquiere tintes legendarios: sus comienzos en la Nippon Animation, donde trabajó como animador para series de televisión integradas en la mayor iconografía popular del último medio siglo, como Heidi, Marco y Conan, el chico del futuro; la creación del Studio Ghibli como factoría de animación tan venerada como deseada por los tiburones de la industria; su adscripción férrea al lápiz y su resistencia proverbial a la digitalización en la realización de sus películas; el tándem formado con el compositor Joe Hisaishi, autor de las bandas sonoras de la mayoría de sus filmes, comparado con otros dúos irresistibles como el de Steven Spielberg y John Williams o el de Tim Burton y Danny Elfman; y su decisión de dar por terminada su carrera después de El viento se levanta (2013), considerado de esta manera su testamento fílmico a la vez que uno de los títulos más logrados de su producción. Mientras la bibliografía en torno a Miyazaki sigue creciendo y la devoción por su obra empieza a transmitirse a nuevas generaciones de espectadores, caben pocas dudas respecto a la seguridad de que se seguirá hablando, y mucho, de Miyazaki en el futuro. Por ahora, el Cine Albéniz ha decidido, para alborozo de no pocos fans, dedicar al director un ciclo navideño que se celebrará del 16 de diciembre al 4 de enero, con la proyección de siete películas mayores del genio en copias digitales de 35 milímetros y en versión original subtitulada. El programa se completa con un suculento taller familiar que tendrá lugar el sábado 26 por la mañana en el que los participantes tendrán la oportunidad de realizar origamis de Totoro y chapas personalizadas de los personajes del Studio Ghibli (se reservan sólo 25 plazas, así que los interesados deben apresurarse a reservar la suya en el correo electrónico cinealbeniz@cinealbeniz.com). Todas las proyecciones empezarán a las 20:00 con las entradas 4 euros, aunque, para añadir regusto friki al asunto, quienes acudan al Albéniz disfrazados de sus personajes favoritos de Miyazaki podrán entrar gratis. Así que toca poner a trabajar la imaginación. Que hay vida más allá de Star Wars.

En cuanto a los siete títulos escogidos, se echan de menos en el cartel películas recientes del calibre de El castillo ambulante, la proverbial adaptación de la novela de Diana Wynne Jones producida en 2004; y la anterior, El viaje de Chihiro (2002), galardonada con el Óscar a la mejor película de animación y el Oso de Oro del Festival de Berlín, siendo la primera obra en su género en hacerse con el trofeo (la distribución internacional de El viaje de Chihiro a manos de Walt Disney Pictures no ha jugado precisamente a su favor, ni siquiera en el mercado doméstico); y tampoco estaría mal poder ver en pantalla grande el primer largometraje de Miyazaki, El castillo de Cagliostro (1979), tercera entrega de la saga nipona dedicada a Arsenio Lupin (y contenedora de una escena de persecución en coche que ganó la admiración sin paliativos de Spielberg, quien admitió su derrota respecto a su órdago con El diablo sobre ruedas). Pero quien no se consuela es porque no quiere: el ciclo comenzará el próximo miércoles 16 con Porco Rosso (1992), filme en el que Miyazaki dio rienda suelta a su pasión por la aviación a través de la historia de un piloto de entreguerras que, convertido en cerdo por el hechizo de una bruja, se enfrenta a unos piratas en el Adriático (el cierre del Studio Ghibli ha frustrado, por el momento, la realización de una anunciada segunda parte ambientada en la Guerra Civil Española); el 18 podrá verse La princesa Mononoke (1997), título mayor de Miyazaki y proverbial cuento de hadas, violento y arrebatador, en el que el cineasta sirve en bandeja una de sus obsesiones: la lectura de la Historia como enfrentamiento entre la civilización y el medio ambiente; el 22 llegará el turno de Nicky, la aprendiz de bruja (1989), delicioso homenaje a la literatura fantástica y popular y delicado relato de iniciación adolescente; el 23 se podrá ver El viento se levanta (2013), aproximación de corte más realista a la dolorosa historia de Japón en el último siglo a través de la biografía de un aviador y sus sueños; para el 25, el Cine Albéniz propone un plan navideño de altura con Mi vecino Totoro (1988), tal vez (ciertamente) la mejor obra de Miyazaki, quien aborda aquí el dolor infantil por la enfermedad de los padres con una sensibilidad y acierto de difícil parangón en la historia del cine; el 28 llegará Nausicaä del valle del viento (1984), el filme que reportó el reconocimiento internacional de Miyazaki y que contiene ya buena parte de sus claves maestras; y, para terminar, el 4 de enero se podrá ver Ponyo en el acantilado (2008), hermosísima adaptación de La sirenita de Andersen. Irresistible.

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