Cultura

Cuando éramos indies

  • Unas 3.000 personas acudieron el sábado por la noche al Palacio de Ferias a escuchar a los míticos Placebo Hicieron el 'Teenage Angst' más lento y frustrante que se recuerda

Quien fue joven en los noventa parece -casi- inmune a la nostalgia; no así a la tribulación, como si de un joven Törless tardío se tratara. Hablamos de una generación emparedada entre sus predecesores -agotadores en su propensión a la automitología- y la juventud que vive al paso de la tecnología revolucionaria. Entre las más de 3.000 personas que acudieron a ver a Placebo en el Palacio de Ferias y Congresos el pasado sábado, había mucha de esa gente cercana ya a la cuarentena. Coetánea de Brian Molko y Stefan Olsdal, miembros fundadores de Placebo, que en 2016 celebrarán los 20 años de su debut, Placebo (1996); será entonces cuando emprendan esa efeméride (y no ahora, como se anunció). Cosa que pudo despistar a los fans que no les escuchaban desde 2000 (no así a los fieles de la banda radicada en Londres, ni a quienes se acercaron a un concierto digno de stadium band). Es muy posible que estos últimos se lo pasaran en grande con la irreprochable profesionalidad de una banda muy bien plantada que arropa la propuesta de Molko y Olsdal del presente. Después de Digital 21 -con la colaboración del propio bajista de la banda protagonista-, arrancó el concierto de Placebo, antes de lo previsto y de forma extraña: Pure Morning (single del maravilloso Without You I'm Nothing) sonó enlatada y remezclada, como si de una reliquia del pasado se tratara…

Y vaya si lo fue, puesto que el show apenas realizó concesiones pretéritas: a Every You Every Me le siguió un repertorio con predominio del último trabajo del grupo, Loud Like Love (2013) y algún tema salteado de Black Market Music (2000) o Sleeping with Ghosts (2003); discos a los que tuvieron que volver a posteriori por culpa de Special K y The Bitter End. La puesta en escena de un grupo importa, y en este caso se componía de neones y visuales bastante molones. Faltaron, en este sentido, más imágenes del grupo (aunque fuese para contemplar el sudor crush with eyeliner del líder). Especialmente resultones eran esos pianos con los que empezaban medios tiempos como A Million Little Pieces o Exit Wounds, que tras un comienzo electrónico que ni fu ni fa acababa enganchando merced al teen drama de siempre. Siguiendo con el último disco, era certificable que Too Many Friends, a pesar lo coreado, es un tema prescindible para la humanidad. El público hizo fiesta con Meds (del disco homónimo que copó buena parte del set), cuya urgencia guitarrera retrotraía a los mejores Placebo. El bis fue, en cambio, imperdonable. Lejos de satisfacer siquiera un poco al personal más infiel, Molko y Olsdal -alias la Reina de Suecia- despacharon el Teenage Angst más lentorro y frustrante que se recuerda. Parecía que la voz ya no tuviese el brillo melódico de antes… Eso me comentaba Fernando, dueño del imprescindible B'52 -auténtico luchador a quien tuve la alegría de reencontrarme-, el garito del indie de calle Nosquera donde Teenage Angst sonó más de una noche a todo trapo. Cuando éramos indies. Atribulados, que no nostálgicos.

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