La malagueña Nieves Rosales rescata las voces olvidadas en una danza 'salvaje'
El espectáculo cuenta con música en directo y pretende rescatar historias de mujeres silenciadas
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Leyendo El baile de las locas es cuando la bailarina y coreógrafa Nieves Rosales se dio cuenta de que se trataba de algo más que una historia impresa. El libro la llevó a investigar sobre figuras femeninas que fueron encerradas en manicomios por desafiar las normas de su época. "Ahí me empezó a interesar la figura de esas mujeres que, al final del siglo XIX, eran internadas porque tenían un carácter más curioso o porque eran grandes artistas", señala en una entrevista con Málaga Hoy. La danza y el teatro se unen en Salvaje, un espectáculo que nace de su inquietud por rescatar las historias de mujeres que fueron silenciadas a lo largo del tiempo.
Entre esas figuras, Camille Claudel se convirtió en el eje central de Salvaje. Claudel, amante y musa de Auguste Rodin, pasó más de 30 años encerrada en un manicomio "a pesar de estar en pleno uso de sus facultades mentales": "La sociedad no la respetaba como artista, y la metieron en un psiquiátrico con el apoyo de su propia familia", explica la creadora de la obra, quien encontró en el libro El vestido azul una fuente de inspiración definitiva. "Ese libro es una especie de monólogo en el que Camille habla de cómo se siente, de cómo Rodin la acusó de robarle ideas y de cómo su familia decidió encerrarla, ahí fue donde me hizo el clic para llevar esta historia al escenario".
El proceso creativo de Salvaje ha sido, hasta la fecha, su puesta en escena más desafiante. La representación se lleva a cabo este 7 de febrero a las 20:30 en el Centro Cultural Marñia Victoria Atencia. En esta ocasión, la coreógrafa ha contado con la colaboración del también malagueño Daniel Blacksmith, un músico multiinstrumentista que ha trabajado la música en paralelo con el desarrollo dramatúrgico de la obra. "Su música y mi coreografía han encajado de una manera muy natural. Ha sido un proceso muy disfrutable y me ha llevado a otros lugares a nivel coreográfico", comenta.
Uno de los grandes cambios que presenta este montaje es la música en directo, algo inédito en sus producciones anteriores: "Siempre había trabajado con músicos que componían para mí, pero nunca habían estado en escena y ahora la música se crea en el propio escenario, y eso da otra atmósfera, otro contexto completamente distinto", explica.
El reto más grande de este espectáculo ha sido la interpretación: "Este montaje, a nivel coreográfico, es muy distinto a lo que he hecho hasta ahora, salirme de mi zona de confort sin traicionar mi estilo ha sido un desafío". La presencia de la música en vivo también ha sido un factor determinante en este proceso. "Daniel está siempre muy pendiente de mis tiempos y movimientos en el escenario, lo que ha generado una conexión increíble entre la danza y la música", admite.
A nivel estilístico, Salvaje representa un paso adelante en la evolución de su creadora. Aunque su estilo está muy definido, siempre busca evitar la repetición. "Me da mucho miedo repetirme, así que siempre me planteo dónde está la línea entre repetición y estilo; con Salvaje, la gente verá un paso más dentro del lenguaje de la compañía, una evolución hacia algo más contemporáneo", asegura.
Más allá de la danza, este espectáculo es una obra que invita a la reflexión sobre el papel de la mujer en la historia. "Siempre he trabajado desde un universo femenino, aunque al principio no era consciente de ello", comenta. Ahora lo hace "de manera deliberada", porque cree que es "importante recordar que muchas mujeres han sido olvidadas y que, si nos despistamos, podemos volver a perder lo que hemos ganado".
A lo largo de su carrera, no ha sentido críticas por abordar estos temas, aunque reconoce que sigue habiendo barreras para las mujeres en la dirección de espectáculos. "Es más difícil para nosotras acceder a ciertos espacios, pero seguimos trabajando para abrir camino, no solo por nosotras, sino por las que vienen detrás", asegura.
Su relación con la danza ha sido un "viaje constante de autodescubrimiento". Aunque su formación inicial fue en flamenco y danza española, encontró su verdadera vocación y comodidad en la danza contemporánea. "Ojalá la hubiera descubierto antes, porque fue amor a primera vista", confiesa. También ha integrado elementos de dramaturgia y dirección de cine en su trabajo, lo que le ha permitido fusionar distintas disciplinas: "Cuando estudié dirección de escena, se abrió otra puerta para mí, fue la manera de unir los lenguajes que traía, que son el flamenco, la danza contemporánea e interpretación".
Cuando se le pregunta sobre qué siente al bailar, no se piensa su respuesta: "Me siento más libre que en ningún otro sitio, aunque siempre interpreto un personaje, en el escenario soy más yo que en cualquier otro lugar". Sin embargo, admite que los minutos previos a una función son los más difíciles. Ahí quisiera salir corriendo: "Me da mucho miedo y siento una gran responsabilidad, pero cuando piso el escenario, todo cambia y se construye un universo en el que me encantaría quedarme mucho más tiempo".
Tras 15 años de trayectoria con su compañía de teatro, Silencio Danza, su compromiso sigue intacto. "Cuando creé la compañía, lo hice porque sentía que tenía cosas que decir; no sabía cómo, pero sabía que quería contar mis propias historias". Hoy, después de más de una década, sigue con la misma convicción y está dispuesta a seguir luchando.
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