Los Mantones de Manila de la malagueña Encarnación Parraut, leyendas y siglos de historia

La colección de estas piezas la empezaron sus padres, que le transmitieron esta pasión

El Museo de Málaga acoge una exposición de Mantones de Manila de la colección Perraut

Encarnación Parraut con su colección de Mantones de Manila en el Museo de Málaga. / Javier Albiñana

Hay coleccionistas que adquieren piezas por capricho, por moda o por una inversión futura. También los hay porque guardan secretos e historias. Es el caso de Encarnación Parraut y sus Mantones de Manila. Los guarda porque son un legado, historia familiar y seda antigua. "Esta colección no empieza conmigo, empieza con mis padres, y yo ni había nacido", cuenta en una entrevista con este periódico. El Museo de Málaga acoge desde este miércoles hasta el próximo 20 de julio una exposición dedicada a estas piezas de su colección y que se completa con mobiliario histórico y obras pictóricas de los fondos de la pinacoteca.

Su padre, joyero bilbaíno, conoció a su madre en Málaga y, casi sin quererlo, iniciaron juntos una colección excepcional: "Mi padre iba a las exposiciones del Monte de Piedad, Caja de ahorros de Ronda, por las alhajas, porque la gente empeñaba cosas de valor, pero para comprarlas tenía que quedarse con todo el lote, donde muchas veces venía también un mantón". Así, casi por casualidad, empezó un tesoro familiar que hoy forma parte de la exposición del Museo de Málaga.

Desde niña, Encarnación sintió una fascinación por estas prendas. Trascendía lo material y lo visual. "Yo olía los mantones y mi madre me decía: '¿Pero a qué huele?'. Y yo le repondía: 'A mantón de Manila'. Es un olor muy especial que no puedo describir", confiesa. Esa conexión la llevó a continuar la colección cuando heredó solo una pequeña parte de los originales. Al fallecer su madre, se repartieron los mantones entre las tres hijas: "Yo heredé dos o tres buenos, pocos. Pero como me gustaban tanto, seguí buscando y cada vez que viajaba, iba a anticuarios. Así he reunido más de 70, aunque en esta exposición hay unos 40".

Algunos de esos mantones tienen historias tan valiosas como sus bordados. "Tengo uno que fue de Pastora Imperio, pesa casi seis kilos y es de los que se bordaban en Hispanoamérica", cuenta con orgullo. Pero hay otra joya aún más personal: un mantón regalado por Anita Delgado, la malagueña que fue princesa de Kapurthala: "Se lo dio a mi madre. Lo usó cuando cantaba con su hermana Victoria en el Cursal de Madrid". Encarnación Parraut posee el de Anita Delgado, pero asegura que conoce a quien compró el de Victoria. "No eran idénticos, porque los antiguos nunca lo eran del todo, pero eran similares", añade.

La malagueña habla de los mantones como si fueran capítulos de un libro de historia, con referencias al puerto de Cantón, los virreinatos de México y Perú, y los bordados que hacían las criadas cuando no podían permitirse los de importación: "Los mantones vienen de China, pero les llamamos de Manila porque pasaban por Filipinas, que se llama así por Felipe II. Hay mantones bordados en Hispanoamérica, y cuando ya no se podía importar, se empezaron a bordar aquí en España, y aún se siguen bordando".

Más allá de su valor histórico o artístico, Parraut defiende el mantón como prenda viva, todavía útil y vigente: "El mantón vuelve, hay señoras que se lo ponen para bodas o para ir bien arregladas por la noche. Es una prenda preciosa, como el abanico, cosas orientales que hemos heredado". Y los mantones antiguos, sostiene, son "únicos": "Algunos cuentan historias, yo tengo uno que narra la leyenda de una princesa china y su jardinero, que fueron convertidos en cisnes para poder estar juntos toda la vida".

A sus 91 años, lo que más desea es que esta exposición sirva para revalorizar el mantón entre las nuevas generaciones. "Yo no espero nada personal, solo quiero que Málaga le dé importancia al mantón, que se use otra vez, aunque sea uno moderno, y que se conozcan las historias que hay detrás", relata. Por eso planea organizar al menos una visita guiada porque "hay gente que no ha podido venir a la inagurucación por problemas de salud": "Les he prometido avisarles, a ver si en diez o doce días hacemos esa visita".

La exposición muestra ejemplos de mantones antiguos, del primer tercio del siglo XIX, de “ala de mosca”, de los denominados “chinescos” decorados con escenas típicas chinas y su evolución a mediados del siglo XIX en sus flecos macramé; los “enriquecidos” propios del último tercio de siglo con apliques de caras chinescas en marfil, nácar, porcelana o plata, y también mantones “isabelinos”.

Encarnación Parraut no se considera una experta ni una investigadora, sino una amante de los mantones, pizas que guardan curiosidades y secretos: "Tengo mantones de todo tipo, incluso uno que perteneció a una señora con título nobiliario y grandeza de España. No puedo decir el nombre porque prometí no hacerlo, pero el día que yo falte, mi hijo no ha prometido nada…", bromea. Parraut deja claro que su colección no es solo un conjunto de telas bordadas, sino un testimonio vivo de siglos de historia.

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