Dos orillas para una misma virtud


Teatro Echegaray. 1 de julio de 2010. Festival Terral. Voz y percusiones: Noa. Guitarra y voz: Gil Dor. Sintetizadores: Gadi Seri. Piano: David Peña Dorantes. Contrabajo: Yelsy Heredia. Percusión: Tete Peña. Violín: Faiçal Kourrich. Aforo: poco más de la mitad (unas 600 personas)
En un mercado habituado a las etiquetas cuesta trabajo definir propuestas como la que se escuchó ayer en el Cervantes. La primera velada del Terral fue también el debut de dos individualidades en un mismo espacio: el de la música como mecanismo de respiración. Noa y Dorantes, Dorantes y Noa cruzaron ambas orillas para demostrar a los más incrédulos que, cuando la virtud se hace sonora, la alquimia funciona.
El Mediterráneo mece al pianista con la misma delicadeza que acuna a la cantante. La israelí y el lebrijano rompieron sus pasaportes dispuestos a dejarse contaminar. Lástima que cada uno por separado se detuviese -quizás en exceso- en su soledad, demorando el encuentro que muchos de los presentes esperábamos. Dorantes, rotundo, inauguró la noche con un solo al piano con el que se recreó en esas ensoñaciones de jazz que tanto domina. El sevillano se crece en el silencio, subiendo y bajando en acordes cual funambulista sobre una sólida partitura. Junto al contrabajo de Yalsi Heredia tomó asiento en la cima con un mano a mano que despertó más aplausos. Pero el maestro se sabe flamenco y pronto dirigió la mirada al cajón de Tete Peña para evocar su cuna. Orobroy no tardó en relucir y se echó en falta al coro de niñas de las Tres Mil Viviendas en caló.
La marea siguió su curso y el de Lebrija abandonó su ribera para dejar paso al mismo talento en otra piel, la de Noa, una caja de música que respira melodías y juega con ellas hasta el paroxismo. En inglés, en hebreo y hasta en spanglish, la cantante dio a entender en pocos minutos que no es sólo eso. Su cabeza es un metrónomo y su alma la de una guitarra bien afinada. Lo mismo borda la percusión como se marca unos a capella y vuela por donde quiere. El flechazo a dúo reservó momentos tan emotivos como esa canción que el padre de David escribió para relatar un triste episodio de guerra. "Entraron dos hombres a la casa y se llevaron a un familiar mío. Él le dijo a su mujer no te preocupes que ahora vuelvo y ella se quedó esperando cosiendo sábanas hasta la muerte ". En voz de tan particular Penélope el tema no necesitó más palabras.
La inefable guitarra de Gil Dor le recordó al público por qué Noa perdura. Con Es caprichoso el azar acabó de estremecer y, de camino al sur se reencontró con el compás de Dorantes y la nana Al calor de la manta de Lole y Manuel. Todo un brindis de despedida y la bienvenida a un nuevo Terral que promete.
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