La ciudad y los días

Su seguro servidor, su esclavo...

CADA momento produce sus caras. Hay caras de los años 30, de los 40 o de los 50. Así lo fue antes y así es hasta hoy. Lo más singular es que esa cara del momento no es producto del maquillaje o el peinado, sino de unos rasgos que son la expresión del tiempo al que pertenecen. Es el caso del gran, grande, grandísimo José Luis López Vázquez. Nació al cine en los años 50 y se le quedó para siempre cara de oficinista con tomates en los calcetines, empleado pelotillero, dependiente o fotógrafo servil, novio petardo de criada que se cuela por la puerta de servicio, caradura experto en supervivencia… Como si fuera un personaje de historieta de Ibáñez o de Vázquez que hubiera cobrado vida. Nadie ha representado una gama tan amplia de españoles medios de los años 50 y 60 como él. Era como si la cobardía defensiva que Charlot convirtió en estrategia de supervivencia frente al abuso de la autoridad o de los más fuertes y el descaro disparatado de Groucho se hubieran fundido con el español bajito que siempre suspira por ser más de lo que es, a la vez que está encantado -disculpándose ilimitadamente- de ser quien es.

Berlanga descubrió este don y lo explotó con sabiduría, alcanzando tal vez sus cumbres en el fotógrafo de Plácido y el hijo del marqués de la saga de La escopeta nacional. Ferreri prolongó esta línea en El pisito y El cochecito. Lazaga, Forqué y Palacios, en una vertiente más amable, lo explotaron en Los tramposos, Los económicamente débiles, Atraco a las tres (uno de sus papeles cumbre), La gran familia o Tres de la Cruz Roja. Ozores tuvo el talento de explotar lo que ya se apuntaba en Atraco a las tres: la química de la pareja formada por él y Gracita Morales, que alcanzó sus cumbres populares en Cómo está el servicio y Objetivo Bi-Ki-Ni.

Un año antes de Cómo está el servicio había rodado con Saura Peppermint Frappé y se empezó a decir esa tontería de que además de un gran cómico era un gran actor. Pasados 40 años sólo un estudioso o un masoquista puede resistir Peppermint Frappé, mientras Cómo está el servicio sigue haciendo reír. Los pedantes siempre han ignorado que un actor dramático no es más grande que un actor cómico. Por eso se ha despreciado el cine popular de López Vázquez, en el que hay buenas y malas películas, y se ha exagerado su cine "serio", entre el que igualmente las hay buenas y malas (y una mala película que se pretende seria es siempre más insoportable que una mala película sin pretensiones). Descanse en paz el gran, grande, grandísimo actor cómico que también hizo algunas buenas películas "serias".

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