Víctor Ullate. Bailarín y Coreógrafo

"La danza está todavía mal considerada en España: se sigue viendo como un capricho"

  • El Ballet Víctor Ullate de la Comunidad de Madrid trae al Cervantes tres coreografías de su mentor, que ofrece en esta entrevista su diagnóstico sobre las artes escénicas.

No hay manera posible de contar la historia reciente de la danza contemporánea en España sin el nombre de Víctor Ullate (Zaragoza, 1947). Su contribución a la proyección europea y latinoamericana del talento generado aquí apenas tiene parangón en su tiempo. En 1988 fundó su propia compañía, a la que en 1997 incorporó la titularidad de la Comunidad de Madrid. Comprometido hasta el fondo en la inclusión de la danza en la educación (en 1983 puso en marcha su propia escuela, de la que germinó posteriormente su compañía), en 2000 creó igualmente una fundación con su nombre para la promoción de jóvenes bailarines y coreógrafos. Por sus manos de maestro han pasado estrellas como Tamara Rojo, Igor Yebra y Ángel Corella, entre otros imprescindibles. El próximo miércoles 4 a las 21:00, el Teatro Cervantes recibirá al Ballet Víctor Ullate de la Comunidad de Madrid (del que es director artístico desde 2001 Eduardo Lao, otro genio curtido en la escuela del mentor) con un programa que incluye tres coreografías esenciales en la trayectoria de Víctor Ullate: Jaleos, Après toi y Bolero, con un elenco en escena que incluye a Ksenia Abbazova, Leyre Castresana, Marlen Fuerte, Andrea Chickness, Elena Diéguez, Dorian Acosta, Lorenzo Agramonte, José Becerra, Alejandro Bretones y Mariano Cardano, entre otros artistas necesarios para comprender el presente y el futuro de la danza en España.

-Hablemos, si le parece, de las tres coreografías que recupera ahora para este proyecto. Jaleos ha sido uno de sus trabajos más ovacionados, ¿consideraba necesaria una relectura?

-En un momento dado me apeteció mucho acercarme al flamenco, así que le pedí a Luis Delgado que compusiera para la compañía una bulería. Quería trabajar desde el ritmo, a partir de la rotundidad y la energía del compás, que es tan espectacular, casi inabarcable. Y sí, es verdad que este trabajo gusta mucho al público. Estrenamos este trabajo en Nueva York en... Debió ser en 2001 [Reflexiona] No, espera, fue antes del ataque al corazón... Sí, debió ser en 1996 o 1997. Lo cierto es que desde entonces empleamos esta coreografía a menudo, tanto para abrir como para cerrar los espectáculos, porque tiene esa capacidad de catarsis, de generar en el público un subidón. La hemos llevado a todas partes, desde París a Bali, y siempre excita sentimientos muy poderosos entre la gente. Especialmente en Latinoamérica. Recuerdo una función en México en la que la gente se puso a aplaudir y a tronar hasta tal punto que temíamos que el teatro se viniera abajo. Precisamente, después de estas actuaciones en España llevaremos las tres piezas a una gira por Latinoamérica. Y tengo muchas ganas de ver si aquel ardor sigue en su sitio.

-¿Qué aporta el flamenco a la danza contemporánea?

-Personalidad. Es algo que veo claramente en mis bailarines y en mis alumnos. Mira, hay gente que en el contemporáneo se mueve muy bien, tiene la plasticidad necesaria para interpretar coreografías bellísimas, pero luego, cuando les reclamas la técnica necesaria para bailar un clásico, están perdidos. El contemporáneo te da la libertad, el flamenco te permite ejercitar la técnica del clásico y abrazar el virtuosismo. Es ahí donde un bailarín forja su personalidad, donde se la juega de verdad.

-Y para introducirse en Après toi hay que acordarse sin remedio de Maurice Bèjart. Imagino que lo hará usted con gusto.

-Por supuesto. Béjart es mi segundo padre, y mi padre artístico. Le admiré y le quise muchísimo. Cuando vivía todavía, en sus últimos años, iba a verle siempre que podía, a Bruselas o a Lausanne, y me encantaba pasar horas junto a él. Cada minuto a su lado era una oportunidad para el aprendizaje. Fue él quien me dio mi primera oportunidad, a los 17 años ingresé en su compañía y gracias a él me hice un nombre. Après toi nació el mismo día de su muerte. Estando él de cuerpo presente yo estaba allí, junto a él, intentando resistirme a las lágrimas como podía, y de pronto empezó a sonar su música favorita: el segundo movimiento de la Séptima sinfonía de Beethoven. Y así es justamente como empieza la coreografía, con una cruz en escena y con el segundo movimiento, una música que Bèjart amó como a pocas. El público de Málaga tendrá la suerte de ver bailar en esta pieza a Dorian Acosta, uno de mis alumnos más sobresalientes, que ha desarrollado toda su carrera conmigo y que de hecho forma ya parte del equipo de dirección. Es un bailarín fabuloso, e interpreta esa coreografía de una manera soberbia. Cada vez que voy a ver Après toi se remueven sentimientos muy profundos en mí. A través de este trabajo he podido expresar mi agradecimiento, y esto es algo de lo que no siempre tiene uno ocasión.

-¿Cree que sería posible hoy día hacer danza contemporánea fuera de la influencia de Maurice Béjart, al menos en Europa?

-No, y por una sencilla razón: fue Bèjart quien consiguió que el hombre tuviera su lugar propio en la danza. Hasta entonces todo estaba reservado a la feminidad, que está muy bien, pero Bèjart demostró que para la expresión de los sentimientos, para una representación completa del mundo, había que incluir igualmente la masculinidad, como un complemento necesario. Él nos dio a los bailarines la libertad que precisábamos, la autoridad para dedicarnos a la danza sin el miedo a meternos en un sitio que no nos correspondía. El problema es que, ya ves, todavía hay muchos prejuicios, sobre todo en España, donde gran parte de la sociedad considera aún que la danza es sólo cosa de chicas e incluso llega a ver mal que un joven quiera dedicarse a esto. Por eso echo de menos a menudo a Béjart, y todavía pienso que su compromiso en este sentido nos sería de gran ayuda. Pero en fin, todo pasa, la vida es un suspiro. Cada vez estoy más convencido de la importancia de hacer de cada instante de la vida algo maravilloso. Bèjart lo hizo. En esto también es un ejemplo.

-También el Bolero, a partir de la música de Ravel, es deudor en gran medida del maestro.

-Sí, porque es una coreografía que demuestra, precisamente, la necesidad de equilibrar lo masculino y lo femenino para expresar determinadas cosas, en este caso la pasión, el lado menos racional del ser humano. Fíjate, el Bolero nace de un encargo que nos hizo nuestro promotor en Francia. Y cuando nos lo pidió, yo creía que lo que quería de mí era que bailara la coreografía que hizo Bèjart al Bolero de Ravel; pero no, lo que quería era mi propia coreografía. Así que, de pronto, sentí el peso enorme de la responsabilidad sobre mis hombros. Pedí que me dieran tiempo para pensarlo bien, le di vueltas y más vueltas al asunto, quería hacer algo especial, y al final opté por una ambientación muy del París de los años 20, evocadora de los grandes ballets de Diaghilev y Nijinsky, con vestuarios y tocados que evocaran aquella época dorada. Y la verdad es que el resultado me sigue dejando satisfecho, estoy muy contento con esta coreografía. Ahora la hace un grupo de bailarines estupendos, como Josué Ullate. Tal vez no esté bien decir esto dado que es mi hijo, pero Josué es un bailarín extraordinario, muy limpio y claro, con un físico espectacular y una precisión magistral. Nuestro Bolero reúne toda la sensualidad que evoca la música, es un trabajo del que me siento particularmente orgulloso.

-Respecto a los maestros y los discípulos, a usted se le cuenta desde hace no pocos años entre los primeros, pero ¿se sigue considerando uno de los segundos?

-Por supuesto. Uno nunca termina de aprender. Esto es algo que se puede aplicar a la vida en general y a la danza en particular: si terminas de aprender, estás muerto. Creo que hay estar siempre abiertos a la inspiración, a la intuición, ya sea cuando te vas de viaje o cuando ves el trabajo de un artista. Es bueno estar siempre dispuesto a que algo, en algún momento, de manera inesperada, llegue a conmoverte, a que te sientas tocado por dentro. Hoy puedo decirte que lo más importante para cualquier artista es la ilusión. Y mi ilusión, después de tantos años, sigue siendo la danza. Es lo que me hace vibrar. A lo largo de mi carrera he pasado por muchas etapas, algunas buenas, otras malas, pero tengo claro que no cambiaría mi profesión por nada.

-Atrévase con un diagnóstico: ¿Cómo anda de salud, realmente, la danza en España?

-Ay, es difícil responder a eso. Hay que tener en cuenta muchas cosas. A ver, de entrada hay mucha creatividad, mucho talento, mucha gente trabajando duro para abrirse camino en esto, a pesar de que el apoyo de las instituciones muchas veces no llega o llega tarde. La danza es una expresión artística muy delicada, cuesta mucho hacerse con un público, crear una cultura, convertirla en una tradición. De manera general, España ha permanecido dormida durante muchos años y se ha visto obligada a despertar de repente con el consecuente shock; de manera más concreta, si todo está asentándose todavía, la danza requerirá incluso algo más de tiempo. Para mí, la verdadera solución, el instrumento más eficaz para que la danza esté donde tiene que estar, es la educación. Y últimamente hemos podido contar avances importantes: la danza ya no es algo extraño en las escuelas, más allá, incluso, de las actividades extraescolares. Empieza a tener su espacio en la educación reglada, entre las asignaturas tradicionales, y tenemos ahí un campo por abonar altamente interesante. El problema es que la danza está todavía mal considerada en España. Por una parte se piensa que es sólo para niñas, y por otra se ve como un capricho, un pasatiempo, como algo no tiene nada que ver con una carrera, por más que de hecho sí lo sea y por más que haya que dedicarle años y años de estudio y un esfuerzo físico descomunal. Pero, independientemente de que muchos quieran dedicarse profesionalmente a ella, yo defiendo que la danza es imprescindible para todo el mundo, porque la necesitamos para conocer a fondo nuestro cuerpo, para expresarnos a través de él y sentir así la música. Es algo que siempre repito a mis alumnos: sois música, moveos como tal.

-¿Le ha dado la administración pública todo lo que esperaba de ella, o ha sido mayor el sacrificio que le ha exigido?

-La verdad es que estamos muy contentos con el nuevo equipo de la Comunidad de Madrid. Cristina Cifuentes me parece una mujer válida y con suficiente sensibilidad para las artes. En esta temporada ha venido a vernos ya dos veces. Hasta ahora nunca habían venido. Y la situación en cuanto a compromiso es hoy día muy distinta a la de hace algunos años. Cuando estalló la crisis, empezaron a quitarnos el 20% de la financiación cada año. Cuando perdimos el 60% me planté, dije que eso no podía ser y que había que pararse a pensar qué hacíamos, porque con una limitación tan grande de recursos no podíamos seguir adelante. Afortunadamente, como te decía, el panorama ha cambiado. Pero a veces sacar todo esto adelante ha sido muy, muy complicado. He llegado a sentirme desamparado, solo, y a preguntarme si realmente valía la pena. Ahora puedo responder que sí, que ha valido la pena, desde luego. La escuela sigue abasteciendo de figuras a los primeros ballets europeos, y la fundación aporta becas a gente que quiere venir a estudiar con nosotros y no puede permitírselo. Hay historias conmovedoras de familias que se lo juegan todo sólo para que sus hijos puedan estudiar danza en nuestra escuela. Y queremos darle su oportunidad, sin duda. Sólo por ellos vale la pena.

-Los últimos informes, como el Anuario de la SGAE, señalan un repunte del 8% en el público de las artes escénicas en España. ¿Percibe usted un cambio de tendencia al respecto?

-Nuestra compañía está alojada en los Teatros del Canal en Madrid, y la verdad es que allí sí percibimos que viene más gente a los espectáculos que se programan. Ya no es raro encontrar funciones con el aforo completo. Parece que hay más gente que ya no tiene que hacer tantas cuentas y que puede permitirse ir al teatro de vez en cuando. Vivimos un momento de esperanza, y hay que aprovecharlo. Eso sí, sé bien que hay gente que no está de acuerdo conmigo por decir esto, pero pienso que cuando en un país la gente no puede pagarse la entrada a un teatro, hay que hacer el teatro y la danza más asequibles. Empezando, de nuevo, por la escuela. Es ahí donde la danza puede empezar a forjarse el respeto que merece entre la sociedad española. Sé que insisto siempre sobre lo mismo, pero si no introducimos las artes escénicas en la educación, estaremos perdiendo el tiempo. Aunque haya recuperación económica.

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