Fue tal el trono personalista de Paolo Vasile, CEO de Mediaset España durante los últimos 24 años, que su legado se ha repartido en tres patas de una misma silla que necesita cuidados de ebanista. Fue tal el desierto de ideas y alternativas al modelo sublimado por Vasile y su equipo que Telecinco y Cuatro para mejorar necesitan de mucha paciencia para lograr resultados firmes a largo plazo. La reputación de Mediaset España en general no se cura con cancelaciones cortadas por lo sano sino con replanteamiento integral del modelo que no debe notarse de sopetón, sino que vaya calando en la sociedad.

Telecinco y el resto de canales de grupo no son cadenas públicas, claro está, ninguna privada está obligada a ese “servicio público” que aparentemente lastran a TVE y a las autonómicas. Pero, vía concesión, en esa exposición abierta a través de la TDT, las privadas están obligadas a reflexionar qué papel han de cumplir en la sociedad. Un papel que sea útil para hacer precisamente valiosa esa misión. No es sólo dar dividendos a los accionistas sino qué puede aportar una cadena de TV, como información y entretenimiento con ambición de calidad. Mediaset España debe tener claro qué valor añadido puede dar a España además de ganar dinero. Los contenidos de La isla de las tentaciones y realities así o los personajes de Sálvame no pueden ser la base de una programación. Complementarios, sí; básicos, no. Es lógico el papel encomendado a Ana Rosa Quintana, centro de las iras de exaltados.

Ante la marcha de Vasile se tomó alguna decisión precipitada y otras consecuentes como el encargo de una serie diaria, algo que nunca debió renunciar Telecinco, como el access prime time, franja que precisamente puso en valor Mediaset. En estos primeros meses de la nueva etapa desde Italia (y los Países Bajos), el presidente Borja Prado ha quedado limitado frente al responsable de contenidos, Alessandro Salem, en parte continuista de Vasile. Mediaset España tiene que ser más útil e interesante... para España.