Antonio Sempere

Planeta Filmin

Punto de vista

Entre los profesionales de las plataformas digitales se ha acuñado un nuevo término cada vez más cotidiano y peligroso: el de la fatiga del espectador. Alude al tiempo en que éste puede pasar consultando el inmenso catálogo que se le oferta. Dicen los que saben del tema la búsqueda se reduce a media hora. Transcurridos esos treinta minutos de tanteo, el abonado optará finalmente por no ver nada.

Esto no ocurre con Filmin. Porque la plataforma que año tras año se consolida como imprescindible para los cinéfilos, la casa de los festivales especializados, la de los estrenos exclusivos, la del cine de autor, no es una más. El abonado que llega hasta allí lo hace a tiro hecho. Sabe lo que quiere ver. Tanto en las ciudades de tamaño medio, donde no hay salas de cine, como en las grandes urbes, el espectador de Filmin lo tiene clarísimo: sólo en su catálogo encontrará su Filmoteca ideal. Desde los trabajos presentados en la recientísima edición de Documenta Madrid hasta, según en qué fecha del calendario nos encontremos, los eventos cinematográficos más exclusivos que se vayan celebrando en cada ciudad. Todo esto entraña un privilegio hasta ahora imposible de disfrutar. Ya no es necesario ser un viajero empedernido, ni director de la revista Caiman. Cuadernos de Cine, ni estar solicitando links por encima de nuestras posibilidades, para estar al día en lo último del audiovisual. Y degustar delicatessen (ay, ese nuevo Canal Jazz).

Basta con habitar en Filmin y, eso sí, tener tiempo, cuanto más tiempo mejor. Al Festival de Málaga nos traen lo nuevo de Agustín Villaronga, El ventre del mar. Respiren hondo.

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