La ciudad y los días
Carlos Colón
¿Una paideia ‘influencer’?
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No por esperada deja de ser noticia la convocatoria de elecciones anticipadas en Andalucía. En más de una ocasión, desde esta columna, se ha urgido a ello. La actual coalición de gobierno se asienta sobre una ficción política -la existencia de Ciudadanos- y ello suscita una fragilidad que no hay encuesta favorable a Juanma Moreno que remedie. Superada, al menos aparentemente, la gravísima crisis que en el seno del PP llevó a la defenestración de Casado y su equipo, es ciertamente aconsejable instalarse en el cómodo rebufo del "efecto Feijóo" antes de que este se resienta de las contradicciones de fondo del proyecto. La peor de entre ellas, creer y pretender que España puede regresar al bipartidismo caciquil de antaño.
La campaña, todo el mundo lo sabe, sólo tiene un punto de verdadero interés: decidir qué cuota de poder podrá reclamar Vox tras el 19 de junio. Ello dependerá de factores que Santiago Abascal, al que nadie le podrá negar a estas alturas capacidad estratégica y una gran astucia política, puede manejar con una libertad que ningún otro líder político nacional tiene hoy: desde la designación del candidato a la presidencia de la Junta a la composición de las listas; del perfil de la campaña al contenido del programa. Hoy mismo empezarán a resolverse las dudas respecto de la primera cuestión. Se trata de una elección trascendental porque, de ser o no Macarena Olona la apuesta, pueden depender muchas cosas. Si lo fuera, ello significaría que Abascal está dispuesto a jugar fuerte en Andalucía con los ojos ya en el Gobierno de la nación. Si no, sería necesario pensar que hay otro manejo de tiempos y que se confía en el crecimiento lento pero incontenible que desde hace tres años, desde justamente las anteriores elecciones andaluzas, Vox está teniendo.
¡Quién iba a decir, hace sólo cuatro años, que el panorama electoral andaluz iba a ser este! Para que ello sea posible ha sido necesaria, además de otros elementos de los que iremos hablando, la entusiasta e inopinada colaboración de la izquierda. Primero, dividiéndose con saña característica; en segundo y definitivo lugar, al elegir como candidato socialista, cuya principal tarea tendría que ser tratar de borrar el maloliente rastro de la corrupción, a un personaje, Juan Espadas, protagonista de un escándalo de enchufismo, no de libro sino bíblico, que en cualquier país europeo lo hubiera inhabilitado para el envite.
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