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UNA emocionante despedida, con el presentador Benjamín López y una representación de los trabajadores de la cadena detrás de él, supuso la semana pasada el cierre de CNN+. El canal de información continua ponía punto final a sus emisiones después de que su propietario, el grupo Prisa, comunicara que su mantenimiento resultaba insostenible. Finalizaban 11 años de una emisora que nació gracias a un acuerdo con el gigante americano CNN, comenzó vía satélite y desde 2008 se incluía en la oferta de TDT, con una audiencia media del 0,6% de share. De esta forma se consumaba uno de los acontecimientos más bochornosos para los medios de comunicación de los últimos años: Gran Hermano, aquel experimento sociológico, echaba de la casa a CNN+. La moraleja de todo esto resulta aterradora: en España no se sostiene una cadena que mantenga un elevado nivel informativo, pero sí es rentable un canal que emite basura durante las 24 horas del día. ¿Quién tiene la culpa de esta situación? ¿Los empresarios? ¿La audiencia?
El cierre de CNN+ también pone en evidencia el fracaso de la política audiovisual diseñada por el Gobierno, que se ha limitado a repartir canales entre las cadenas y permitir fusiones entre los grandes grupos. Jamás como en estos momentos han estado tan separadas la calidad del servicio público que debería prestar la televisión. El cierre de CNN+ es una malísima noticia para el periodismo por el desprecio por la información de calidad y por el triunfo de un tipo de televisión zafia. Mercedes Milá ha ocupado el puesto de Antonio San José y Jordi González, el de Iñaki Gabilondo, y de lo único que se informará en directo, las 24 horas del día, será de la casa de Gran Hermano. Apaga y vámonos.
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