Alejandro V. García

Arenas, cuatro tópicos

Palabra en el tiempo

LA resaca de la crisis y la desidia socialista tira de Javier Arenas como si fuera una pluma a merced de un vendaval favorable. El sondeo del Instituto de Estudios Sociales Avanzados lo aleja por encima del 9% y lo coloca a un tris de la mayoría absoluta. Si el PP ha sido corresponsable de la larguísima estancia del PSOE en el poder, ahora son los graves errores socialistas, además de su ineptitud para administrar la crisis, los que han puesto en órbita a la gerontocrática oposición. Decía el domingo Javier Arenas, sin que se le sonrojaran las patas de gallo, que Chaves representa lo viejo y él "lo joven". "Sin perjuicio, matiza, "de que no soy el mismo de 1994 porque tengo mucha más experiencia por mi presencia en el Gobierno de España". Dicho así, al modo presocrático, tiene razón: ningún candidato se baña dos veces en las mismas aguas electorales. Arenas quiere ser, a la vez, joven, canoso y con tres elecciones perdidas en Andalucía que, a cuatro años por barba, suponen doce años de vanas tentativas.

Por más cerca que tenga la breva del poder sobre su cabeza, Arenas da una impresión anacrónica. Aún no ha conseguido borrar a Manuel Chaves de su discurso y esa es una prueba irrefutable de su desfase. ¿Nostalgia? Supongo que la explicación es más fácil: afinidades de una extraña pareja que se amaba arrojándose cacerolas a la cabeza como las que salen en las canciones de Pimpinela. "Demostraba mucha fortaleza en el debate, aunque se equivocara en sus expresiones y lo subestimaran", dice Arenas de Chaves con un tono añorante.

Sí, uno tiene la impresión de que Arenas va a vencer (si vence) a Chaves y no a Griñán, a los viejos demonios, que será un triunfo en pretérito imperfecto. De hecho, nada o muy poco se puede entresacar del discurso de Arenas que implique no ya novedad sino claridad. Al final, después de una relectura de la entrevista, no se sabe si hay 20.000 enchufados en la Junta de Andalucía o si todo es una invención de su partido para atraerse la simpatía de los funcionarios por el decretazo; que va respetar la inversión en sanidad y medio ambiente pero suprimirá las empresas auxiliares; que va acabar con el chocolate del loro, incluidos los 38.000 móviles que utilizan actualmente los loros para comunicarse entre sí (¿y qué van a hacer tantísimos loros sin teléfono?, ¿cómo van a hablar los unos con los otros?). Y no resuelve, en fin, la contradicción entre el odio a Canal Sur y el amor a las teles autonómicas o locales que profesa su partido.

Poco, muy poco ofrece Arenas. Salvo esa fiebre más bien quimérica por el ahorro, el joven candidato no sale de sus cuatro tópicos. Pero en estas circunstancias bastan cuatro tópicos, y seguramente sobre alguno, para ganar las elecciones.

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