La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Arqueología sentimental

El tesoro está. Hay que excavar con paciencia hasta encontrarlo bajo escombros de grosera vulgaridad

A veces, estimado Rafael Montesinos, la memoria, en vez de para herirme, escoge el camino más corto para revivirme. Y cuando la realidad y el recuerdo se van superponiendo hasta coincidir, fundiéndose en una única imagen, encuentro la emoción que busco en la Semana Santa. La encontré el domingo cuando vi a la Esperanza en su palio sin candelería, tan frágil, tan poderosa. La encontraré cuando vea los dos pasos enfrentados en San Juan de la Palma. La buscaré desde el Domingo de Ramos al Sábado Santo procurando no ver ni oír lo que desajuste esa superposición entre recuerdo y realidad. No como una huida imposible del presente a un pasado idealizado, sino como la pervivencia de lo pasado en lo presente, la materialización del recuerdo, la seguridad de que por encima de las lógicas mudanzas de los tiempos lo esencial, lo nuclear, lo que nos hizo amar estos días por encima de todos los demás días del año, permanece. Una resurrección a golpe de tambor, atravesado el corazón por la flecha del sonido puro de las cornetas –¡qué pocas, ay, se oyen ya!– como el de Tarso la imaginó cuando llegue el fin de los tiempos: “en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, cuando suene la última trompeta; porque sonará, y los muertos resucitarán incorruptibles”.

Va teniendo algo de arqueología de los sentimientos, para algunos de nosotros, la Semana Santa. El tesoro está, no se ha perdido. Pero hay que excavar con paciencia y con cuidado hasta encontrarlo bajo los escombros de grosera vulgaridad. Algo también de restauración tiene, de quitar repintes para que vuelvan a lucir las formas y colores originales. Qué sean escombros y repintes, y cual sea el tesoro, decídalo cada cual. Yo me lo callo para no ofender. Porque me temo que, para muchos, o incluso para la mayoría, lo valioso es lo que lo entierra o desfigura lo que para algunos de nosotros es el tesoro.

Y que nadie se equivoque. No se trata de una Semana Santa elitista para la inmensa minoría de Juan Ramón, sino de la que hizo el pueblo con sabia naturalidad y espontaneidad: la “Passio Domini nostri secundum populum” de Muñoz y Pabón que yo reencuentro en su, no única, pero sí más alta y pura realidad, cada día del besamanos del Gran Poder y cada mañana de Viernes Santo en la Macarena. No se trata de huir, sino de encontrar. También fue Montesinos quien escribió “vuelve lo perdido / con las cofradías”.

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