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Los sistemas de geolocalización son una de las más brillantes y controvertidas aplicaciones nacidas del ingenio de Euclides

Desde que Euclides definiese la geometría espacial, allá por el siglo III a.c. en Alejandría, la aplicación de sus postulados ha sido inmensa. Hoy los sistemas de geolocalización son una de las más brillantes y controvertidas aplicaciones nacidas del ingenio de dicho matemático. Para muchos las siglas GPS significan un sistema de defensa militar estratégico, para otros la oportunidad de llegar al destino con mayor precisión y para unos pocos la oportunidad de conocer cómo se comportan las migraciones en el mundo. Lo que todos tenemos claro es que las posibilidades de estas teorías y sus tecnologías asociadas no han hecho más que empezar, y que en los siguientes años su desarrollo será impresionante, pero ¿sabrá el mundo gestionar adecuadamente tanta información?

Desde que en 1993 se declarase la capacidad operativa de los satélites de posicionamiento sobre nuestro planeta, su implantación global ha quedado demostrada. Hoy cualquier persona que utilice un móvil puede ser localizada o ubicarse sin problemas, de ahí la importancia que estos datos tienen desde los puntos de vista económico y social. Sirva de ejemplo el análisis experimental llevado a cabo durante este verano por el Instituto Nacional de Estadística, para conocer los desplazamientos turísticos de los españoles. Es evidente que esto puede servir para conocer dónde fortalecer la seguridad en las carreteras, mejorar las infraestructuras hoteleras o facilitar las comunicaciones. Pero un uso extensivo a otras instituciones podría provocar un control de los ciudadanos, como ya se hace en lugares como China, que debemos limitar para no perder nuestra libertad.

Ciertamente las facilidades que ofrecen estas tecnologías para cuidar de aquellos familiares que se desorientan con facilidad, localizar objetos perdidos o controlar la logística del transporte en general son evidentes. De ahí que Europa esté potenciando el sistema Galileo para disponer de su propio sistema de geolocalización. Porque a veces se discute de geopolítica sin apreciar que hoy las comunicaciones y el futuro se juegan tanto en la atmósfera exterior como en la superficie, y aquellos países que muestren un mayor desarrollo espacial serán los nuevos líderes globales. Esperemos, en esta nueva carrera, no repetir los errores ya cometidos, porque como decía el astronauta Neil Armstrong “Tenemos que fallar aquí abajo, para no fallar allí arriba.”

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