Sin maldad

Enrique Linde

Banalizar

12 de junio 2016 - 01:00

ES de agradecer que los publicistas de las campañas electorales quieran liberarnos de la espesura de nuestra realidad política y trasladarnos a un ambiente atractivo y alegre. El problema es que, en un exceso de voluntarismo y profesionalidad, puedan pasarse. Si atendemos a los mensajes que los partidos han preparado, nos hemos instalado en un mundo feliz y risueño, lleno de hermosos propósitos y dulces realidades. El categórico de los socialistas. El a favor de los populares o la sonrisa infinita de Podemos pretenden llevarnos en volandas al paraje de Alicia en el país de las maravillas sin un gran esfuerzo. A esto hay que añadirle carteles llenos de corazones y colores, a himnos con ritmo de merengue, a vídeos de enigmática lucha de perros y gatos y a programas electorales donde el continente de oferta mobiliaria parece tener más relieve que su contenido. Estamos consiguiendo la banalización de la política por la vía de las imágenes edulcoradas y las frases sin contenido.

A ello hay que añadirle una verdadero aluvión de programas en el que podemos ver a los principales dirigentes políticos en profunda discusión con niños de ocho años, presumiendo de su masculina torpeza en la cocina, desafinando con una guitarra, mostrando su habilidad en el baile o marchando marcialmente en calzón corto. Todo muy humano, muy próximo y muy familiar. Unos piensan que eso puede dar votos y los medios de comunicación, especialmente las televisiones, han descubierto que la política espectáculo concita audiencia y que echándole un poco de imaginación podemos conseguir un programa de éxito a poco que frivolicemos el discurso político y podamos convertirlo en un concurso de simplificaciones y tópicos. Y en esta feria de banalidades en la que la mercancía son los candidatos y el objetivo es la audiencia, el campo que se ha abierto es infinito: llegaremos a la perfección con programas políticos en los que nadie ose hablar de política.

Y de esta hazaña, por una vez, no tendremos que señalar como culpables solo a los políticos, sus partidos y sus aparatos, sino que deberían compartir el honor de esa responsabilidad las cadenas y otros medios que con habilidad y profesionalidad han hecho de la política un producto televisivo con la condición de que se analice poco y se grite mucho. Por eso creo que quienes desde un principio hablaron de que no debía de haber campaña lo han conseguido. Casi.

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