Cenacheriland
Ignacio del Valle
Tragarte tus palabras
ES de agradecer que los publicistas de las campañas electorales quieran liberarnos de la espesura de nuestra realidad política y trasladarnos a un ambiente atractivo y alegre. El problema es que, en un exceso de voluntarismo y profesionalidad, puedan pasarse. Si atendemos a los mensajes que los partidos han preparado, nos hemos instalado en un mundo feliz y risueño, lleno de hermosos propósitos y dulces realidades. El sí categórico de los socialistas. El a favor de los populares o la sonrisa infinita de Podemos pretenden llevarnos en volandas al paraje de Alicia en el país de las maravillas sin un gran esfuerzo. A esto hay que añadirle carteles llenos de corazones y colores, a himnos con ritmo de merengue, a vídeos de enigmática lucha de perros y gatos y a programas electorales donde el continente de oferta mobiliaria parece tener más relieve que su contenido. Estamos consiguiendo la banalización de la política por la vía de las imágenes edulcoradas y las frases sin contenido.
A ello hay que añadirle una verdadero aluvión de programas en el que podemos ver a los principales dirigentes políticos en profunda discusión con niños de ocho años, presumiendo de su masculina torpeza en la cocina, desafinando con una guitarra, mostrando su habilidad en el baile o marchando marcialmente en calzón corto. Todo muy humano, muy próximo y muy familiar. Unos piensan que eso puede dar votos y los medios de comunicación, especialmente las televisiones, han descubierto que la política espectáculo concita audiencia y que echándole un poco de imaginación podemos conseguir un programa de éxito a poco que frivolicemos el discurso político y podamos convertirlo en un concurso de simplificaciones y tópicos. Y en esta feria de banalidades en la que la mercancía son los candidatos y el objetivo es la audiencia, el campo que se ha abierto es infinito: llegaremos a la perfección con programas políticos en los que nadie ose hablar de política.
Y de esta hazaña, por una vez, no tendremos que señalar como culpables solo a los políticos, sus partidos y sus aparatos, sino que deberían compartir el honor de esa responsabilidad las cadenas y otros medios que con habilidad y profesionalidad han hecho de la política un producto televisivo con la condición de que se analice poco y se grite mucho. Por eso creo que quienes desde un principio hablaron de que no debía de haber campaña lo han conseguido. Casi.
También te puede interesar
Cenacheriland
Ignacio del Valle
Tragarte tus palabras
La esquina
José Aguilar
Por qué Sánchez demora su caída
Las dos orillas
José Joaquín León
Noticia de Extremadura
Notas al margen
El PSOE batalla contra sí mismo
Lo último