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Rictus de tormento
Señales de humo
VIVIMOS en un país con casi seis millones de parados que, curiosamente, vive pendiente de unas carpetas de colores. El juego consiste en que cada día el juez elige un color al azar y ¡pumba! Diversión asegurada. Al paso que vamos esto se va a parecer más pronto que tarde a un episodio de Barrio Sésamo. Epi y Blas enseñándonos con canciones el abecedario y la diferencia entre los distintos colores. Lo que ocurre es que últimamente nos hemos encasquillado en la letra b y en el color negro. Somos así de torpes.
Las carpetas de colores son las que ha coleccionado a lo largo de los años aquel hombre desafiante que hace apenas unos meses hacía la peineta a los fotógrafos al volver de esquiar. Las de aquel hombre al que sus compañeros de partido defendían vehementemente y que hoy es tildado por esos mismos de delincuente. Las de aquel hombre con chófer particular y despacho en la sede de la calle Génova que hoy duerme en la cárcel de Soto del Real. Las de un hombre que no ha borrado jamás un sms de la memoria de su teléfono móvil.
"Todo es falso salvo alguna cosa". Son palabras que Rajoy pronunció cuando empezaron a filtrarse los apuntes contables de Luis Bárcenas. Las podría haber dicho Tricky, el monstruo de las galletas, al ser sorprendido metiendo mano en la caja -de las galletas-, pero no, las dijo el presidente del Gobierno al conocerse que el tesorero de su partido había sido sorprendido metiendo mano en la caja, esta vez sí, de caudales. Y efectivamente: todo lo que decían los dirigentes del PP hace unos meses ha resultado ser falso, salvo alguna cosa. ¿Qué hay de cierto en toda esta historia? Que Bárcenas se escribe con B. O en b, según se mire. El resto es mentira. Presuntamente.
Explicar una mentira es complicado. Explicar una sarta de mentiras es imposible. Por eso no entiendo el empeño de Rubalcaba y del resto de la oposición en que Rajoy comparezca en el Congreso para dar explicaciones. Es un sinsentido. ¿Para qué? Prácticamente la única cualidad reconocible de nuestro presidente es su capacidad indestructible de mantener silencio. Si lo despojamos de sus calladas por respuesta, de sus mutis por el foro y de sus apariciones espectrales ante la prensa desde una pantalla de plasma, Rajoy se queda en casi nada. Como los "hilillos de plastilina" del Prestige.
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