Bloguero de arrabal
Ultraoceánicos
SI algún trauma tuve durante la infancia, sólo se debió a dos tipos de esperas: las dos interminables horas de la digestión en la playa y la carta de ajuste que caía a plomo en las tediosas tardes de verano mientras los mayores dormían la siesta. A Grecia le han colgado la carta de ajuste: de la tarde a la noche del martes, el Gobierno de Samaras anunció y cerró la televisión y la radio públicas, la ERT, convirtiendo a su país en el único de la Unión Europea que carece de un medio de comunicación estatal. Incluso en los liberales Estados Unidos cuentan con una magnífica televisión pública. La ERT, es cierto, era un desastre de gestión, un ejemplo según su Gobierno de falta de transparencia y despilfarro, los informativos de televisión no alcanzaban el 6% de la audiencia y la radio no figuraba entre las 20 más oídas del país. Pero, claro, los culpables no han sido sus profesionales, sino el manoseo a la que le han sometido durante años los políticos griegos, incluidos los conservadores de Samaras y los socialistas del Pasok, ambos en el actual Gobierno. Doblemente, verdugos.
En España, ya se sabe, los alcaldes nacen a una cámara pegados, cada uno de ellos cuenta con su televisión municipal, pero me malicio que alguna coartada están preparando sobre Radio Nacional de España (RNE) y Televisión Española. Sí, me refiero a la fabricación de un contexto para echarles un carta de ajuste que pasaría por argumentar que RNE cuesta mucho y ya no la escucha nadie. Y es posible, porque sus actuales gestores están haciendo lo impensable para ahuyentar a la audiencia con voces rescatadas de las ultratumbas que recuerdan a aquellos tonos de los tiempos del parte franquista y una parrilla concebida para echar a sus oyentes.
No hace más de un año RNE era una radio puntera en el espectro español, más comedida por su carácter público, pero acertada en sus enfoques y plena de excelentes programas casi imposibles de encontrar en otros puntos del dial, como Documentos. Una radio de profesionales serios formados en la Transición. Algo parecido ocurre con Televisión Española: sólo la impertérrita Ana Blanco salva unos informativos que parecen la lectura de un BOE aliñada con unas cuantas imágenes. En España se desperdicia mucho dinero en las televisiones y radios públicas; especialmente, en esas locales que sólo sirven a su señor o a su señora, pero, como en Grecia, auguro que una sombra oscura se cierne, especialmente, sobre RNE y TVE. Carta de ajuste.
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