La vida vista

Félix Ruiz / Cardador /

Chus

CORREN malos tiempos para la lírica, básicamente desde que las ménades cabreadas despedazaron a Orfeo. Y peor se ponen los cielos, de antemano nubosos, si te vienen con la copla luctuosa de que se ha muerto a los 85 años Chus Lampreave, leyenda del cine español, actriz seductora en sus dioctrías de cegarruta con gafotas de culo de vaso y en su adorable y sempiterna vejez. Porque a esta cómica enorme, que murió el lunes en Almería sin dar ruidito alguno la pobre, la hicieron los directores anciana antes de serlo pero con la fortuna de que ella les respondió con amor y talento hasta el punto de hacerse esencial en la filmografía patria y en el corazón del público. Pedro Almodóvar, ni se duda, fue el que fijó las características de su personaje más repetido y entrañable, el de mujer mayor y a su puñetera bola, que lo mismo es capaz de hablar en castizo manchego que en cheli de Malasaña. Aguafuerte cómico y encantador de toda esa generación de mujeres rurales que emigraron desde el mundo pueblerino al poblachón de Madrid durante la dictadura con las cuentas del rosario en la mano y daguerrotipo del padre jornalero y cejijunto en la maleta y a las que allí les alcanzó la democracia con su movida y sus porros y sus manifas y sus cubatas y sus sex shop con preservativos de colores y falos de plástico. Almodóvar, ya digo, la encumbró, pero la realidad es que uno mira el currículum de Lampreave y no queda otra que decir que, más allá del manchego, ha sido esencial en lo mejor del cine nacional de las últimas décadas. Ferreri, García Berlanga, Cuerda o Fernán Gómez son algunos de los gigantes con los que rodó la actriz para dejar un legado en el que se suceden las obras maestras: El pisito, El verdugo, La escopeta nacional, ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, Amanece que no es poco, Mujeres al borde de un ataque de nervios, Bellle Epoque, Hable con ella, Volver... Difícil encontrar a alguien en el actual cine español con similar hoja de servicios y con tantísimo afecto generalizado. Y símbolo fiel, claro, de lo que son los secundarios en el cine, actores que en no pocas ocasiones se colocan por encima de las estrellas de su generación porque su talento es ajeno a la belleza y a la moda y eso lo hace saltar entre ovaciones de una generación a otra sin que nunca su teléfono deje de sonar y sin vivir el declive que padecen tantísimas starlette a lo Norman Desmond. Lampreave muere, sí, en fin, perra vida ésta, pero es como aquel chiste de Gila en el que un padre decía: "Me habéis matao a mi hijo, cabrones, pero lo que hemos reído". Y así es, sí, que Chus se nos ha muerto, pero lo que hemos reído ni el diablo nos lo quita. Aplauso eterno para esta gran dama del cine español.

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