Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Anatomía de un bostezo
ALDO Narejos, artista y psicólogo, es un tipo singular, polvorilla, de culo inquieto y alma creativa. Alicantino de nacimiento, vivió unos años en Los Pedroches, de los que siempre habla bien, y ahora anda por Madrid liándolas cada vez más gordas. Lo último, en su condición de Youtubers, es La vida es sueño, un reguetón irónico y brillante, también celebratorio, en el que combina la tradicional melodía machacona y bailable del género con letras extraídas de textos de tres grandes clásicos del Siglo de Oro español: Sor Juana Inés de la Cruz, Miguel de Cervantes y Calderón de la Barca. Para acompañar a este tema, el artista ha grabado -sacando financiación de debajo de las piedras y tirando de la generosidad de algunas celebridades- un vídeo muy simpático, en el que le acompañan los televisivos Berto Romero y Ana Morgade y, en un cameo, el dúo onubense Antílopez. El objetivo que se persigue no es nuevo en la carrera de Aldo y, en su esencia, consiste en denunciar de forma sutil el empobrecimiento de la música popular tanto en sus letras como en sus melodías, cruzada a la que ha dedicado decenas de vídeos que cuentan a estas alturas con miles de visualizaciones. La vida es sueño, aparte de incidir en eso, también abre una reflexión sobre la necesidad de acercar a los clásicos a la juventud y de hacerlo de una forma cercana y didáctica. En otros países tal afán es común y cuenta con prestigio, pero aquí ha sido habitual lanzarle a los jóvenes los textos clásicos a la cabeza como si fuesen ladrillos en vez de tratar de desentrañárselos con maña e ingenio para que su trasfondo les cale y nazca la curiosidad. No todo ha sido malo, eso sí, y de eso dan cuenta películas como El perro del hortelano de Pilar Miró, sagas novelísticas como el Alatriste de Pérez Reverte o series recientes como El ministerio del tiempo de los hermanos Olivares, que han ayudado a traer a los clásicos a la cultura popular. Y también algunos buenos profesores, que los hay, claro que los hay, y ahora me acuerdo de uno que yo tuve, hombre de intensa fe republicana, poeta y algo bohemio, que nos cantaba con su guitarra las Cántigas de Alfonso X El Sabio y convertía en deliciosas las mañanas de los viernes. Algo hay, ya digo, pero da envidia por ejemplo de países como Inglaterra, donde Shakespeare anda por todas partes y es una especie de religión laica que lo impregna todo. Ahora creo que yo que algunos, en sus alturas, tacharán el vídeo de frivolidad, pero a mí me parece una manera fantástica de luchar contra la atonía de la industria musical y para difundir nuestro Siglo de Oro, un pozo de riqueza inagotable al que siempre, siempre hay que volver.
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