Comer como en casa

Y ahí es donde está, ahora, mi casa con mi sopa caliente esperándome cada día, en el Café Español de Nueva York

Sabe? Una de las cosas que más me está llamando la atención de los españoles que vienen a visitar Nueva York son las prioridades de los lugares que quieren conocer. A nadie que yo conozca se le olvida pasar por la Zona Cero -todos quieren ver qué hay en lugar de las Torres Gemelas- la Estatua de la Libertad o el Empire State, por mencionar lo más común. Los españoles aún creemos que existe aquello del give me two de la época en la que hacer compras en Nueva York resultaba tan barato que en vez de llevarte un abrigo te comprabas dos . Siento decirle que Nueva York, ahora, es muy caro y en el cambio de moneda estamos casi de igual a igual.

Pero le decía que me llama la atención que en sus prioridades está, voy a ello, la selección de los restaurantes a los que ir a comer. Buscamos los establecimientos donde se han rodado famosas películas o donde pueden encontrarse con artistas de élite mundial. Es curioso, pero otros tantos, se rinden ante un restaurante español. Pero cuando entran, leen el menú y, después de elegir platos que piensan les van a saber como en casa, critican que no tienen nada que ver con la comida española. Mire, aquí no hay ni jamón pata negra, ni manzanilla. Y si la hubiera no le iba a saber igual.

Por ejemplo: si camina por Bleecker Street, en el número 172 encontrará el Café Español. Yo he pasado por ahí a diario durante tres meses y nunca entré hasta que mi estómago se sentó, ante mí, frente a frente para decirme que lo estaba matando con ímprobos y fracasados intentos por comer sano y caliente. Cuando intenté cocinar en casa, la comida que compraba vivía durante días dentro de la nevera. Al abrir la puerta del refrigerador la carne y el salmón me preguntaban: ¿pero, cuándo me vas a llevar a la sartén? Desperdicias comida, dinero y terminas flaca como la rabia suplicando una cucharada de sopa caliente. Y ahí es donde está, ahora, mi casa con mi sopa caliente esperándome cada día, en el Café Español creado por un gallego hace un porrón de años. Su dueño se llama Sebastián Fernández quien te puede contar tantas historias como veces te quieras sentar en su casa. Al llegar a Nueva York se puso a trabajar de bost boy, ayudante de camarero, y ha conseguido regentar tres restaurantes. Si viene como turista comerá como un turista, pero si vive aquí sentirá que está en Andalucía, en España. Mientras Sebastián piensa en jubilarse ha conseguido lo más importante para mí: sentirme como en casa cuando esta ciudad es tu casa.

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