
Años inolvidables
Ángel Valencia
Tiempos turbios
El confitamiento provoca digestiones de convivencia ácida. Sulfurosa. El desfase 1 en el espacio histerior es grave. Parejas que pasean al cónyuge como al perro. Esperando la cagada. Ser o no ser la persona indicada para los restos. Las consultas por los divorcios han reventado en primavera. Con la mascarilla embozada y las antiparras de sol también se puede jugar a detective del desamor oteando bodas de plata tocadas por la contrariedad de paseo. Malas caras ocultas y discusiones tras los paños empañantes de gafas. Desavenencias transparentes cara a cara con la calota de plástico que da apariencia de soldador con los cables cruzados. Escenas de amagos de salir cada uno por su lado y a ti te encontré en la calle. Tras el roce que deshace el cariño, ávidos pasos de silencio. Y caras largas que asoman por los ojos-espejos del rictus enfoscado con mascarilla. La presión del qué dirán estira esa goma elástica desde las orejas al borde del latigazo divorcioso. Se atribuye a un Dumas este pollaviejismo :"El matrimonio es una cadena tan pesada que para llevarla hace falta ser dos y, a menudo, tres". Tanta desilusión tras la lluvia de arroz pasado. La tentación de revivir otros destinos cordiales -¿Qué habrá sido de…? Guasaps y chats que carga el diablo. Los fantasmas de mis ex no perturban mi sueño. En cambio, yo sí puedo protagonizar muchas de sus pesadillas.
Toda la familia bajo el mismo techo 24 horas, siete días a la semana, agrieta hasta la balda de la nevera. La que quebró de tanto cargarla. Son las rozaduras y ampollas de la cohabitación que en el más estricto delirio cervecero produce figuraciones de amoríos carretera y doble malta. Se echa una mirada al consorte o la enemiga íntima apalancada en el sofá y se cavila. Está tan visto como esa prenda de ropa superviviente a centenares de centrifugados. Esas bermudas que reviven década tras década con el cambio de armario berraniego. O la camisa de lino implanchable que aguanta verano tras verano coleccionando tus arrugas. No depara ninguna novedad, pero hay un cariño insondable. No sabes si se ha hecho a ti o es al revés. Hay que ser muy decidido para amotinarse en un esquife de salvamento emocional. Creer llegar a buen puerto. Naufragar en un juzgado de familia peleándose por la custodia la prole, el perro y la perra vida.
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