Nunca se ha celebrado el día de la Constitución con más enemigos suyos sentados en el hemiciclo. Alfonso Guerra, entrevistado por Herrera, ha afirmado que es "escalofriante" que "un 35% de la Cámara no acate la Constitución". Y tanto que lo es. Guerra también lamentó que "los dirigentes moderados no estén mirando a los moderados, sino a los extremos" porque "el PP mima a Vox y el PSOE a populistas e independentistas". Una semana antes había dicho que "los partidos democráticos se dividen entre los que miman a los radicales de izquierdas y otros a los de derechas", y que ve el pacto entre el PSOE y Unidas Podemos como "un suicidio colectivo". Por ello sugirió -sabiendo de la inutilidad de sus palabras- que "los partidos democráticos tengan como prioridad hablar entre ellos antes que con los que no respetan el Estado de Derecho o no se sienten vinculados a él".
Todo para nada. Los socio-sanchistas -camisas nuevas del socialismo- consideran a Guerra una momia que debería callarse, el abuelo de los Simpson en versión política. Desde la vieja guardia reciclada al sanchismo lo comparan a Ortega Smith y dicen que es una vergüenza que siga en el PSOE. ¿Acaso se creía Guerra que por discrepar con la actual dirección de su partido se iba a librar de que lo tacharan de fascista? ¿Que por enfrentarse a Franco cuando este vivía, no cuando es una momia, se iba a librar? ¿Que las piedras tiradas al escaparate de su librería Antonio Machado, allá por los 70, se iban a poner en el lado democrático de la balanza? No. Critica el sanchismo, el pacto con Unidas Podemos y los cabildeos con ERC, luego es un fascista. Y se acabó. Ferraz dicta quien es hereje por muchos e históricos avales que tenga.
De Guerra a Ábalos: ¡cuanta distancia! Ha logrado deprimir a la Esfinge proponiendo un acertijo que ni Edipo sería capaz de resolver: ha definido el golpismo catalán como "conflicto político" que debe encontrar "cauces de expresión" para que "nadie tenga que recurrir a situarse fuera del ordenamiento jurídico". La gracia del acertijo, además de convertir la "crisis de convivencia" de la que Sánchez habló en la campaña -al parecer mintiendo, como suele- en "conflicto político", reside en adivinar cómo se puede contentar a ERC sin atacar a la Constitución y cuales sean esos "cauces de expresión" que permitirán vulnerar la ley sin salirse del ordenamiento jurídico. Feliz día de la asediada Constitución.
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