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JUGANDO con el significado de las palabras utilizadas en nuestra juventud (como tranfulla la semana pasada), mi hermano Eduardo Martín Toval me invita a entretenernos con la etimología del acrónimo estraperlo. Protagonista a diario de nuestro convivir malagueño de posguerra, el estraperlo fue un negocio de bajos vuelos que nos surtió entonces de jabones, medias de nilón, maquinillas de afeitar y dentro de un sinfín de posibilidades hasta discos de Sinatra y Glenn Miller. Lo sorprendente es que estraperlo viene derivado de Strauss, Perel y Lowan, apellidos de judíos holandeses que introdujeron el juego de la ruleta en los casinos españoles allá por la Segunda República. El juego fue prohibido por el presidente de la República Niceto Alcalá Zamora, al demostrarse que estaba trucado. Un botón oculto paraba la ruleta a gusto del croupier siempre en los números menos apostados. De la ruleta al mercado negro fue sólo un paso. Lo que empezó como negocio de millonarios, terminó como un cutre comercio ilegal de cosas sometidas a algún tipo de impuestos. ¡Qué España!
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