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Los defectos de Pedro Sánchez son perfectamente conocidos, pero hay uno que apenas se ha destacado: su falta absoluta de autoridad.
Es inconcebible que permita que una ministra le llame cobarde cuando declara que al PSOE le tiemblan las piernas, una secretaria de Estado difunda un vídeo en el que el rostro de Sánchez se transforma en el de Abascal, y otra ministra presuma de que el presidente no la puede cesar. Inconcebible también que desde su Gobierno se le acuse de sumisión a Mohamed VI y a Biden, se cuestionen las políticas respecto a Ucrania y Rusia que vienen marcadas por la OTAN, o se le presione tanto con el CNI que Sánchez decide prescindir de su directora general.
Un jefe del Gobierno está obligado a llamar al orden a quien se le solivianta, no puede consentir que un subordinado le insulte con más contundencia que la oposición y se niegue a cumplir sus instrucciones. Tampoco puede consentir que un ministro le amenace con no respaldar sus decisiones y colocarle en una situación insostenible al obligarle a incumplir lo que había promovido.
A Pedro Sánchez se le han subido a las barbas Irene Montero, Ione Belarra, Pam, y sus respectivos colaboradores. Ha cedido en todo, incluso a los más intolerable. Las ministras podemitas se han reído de los negociadores que enviaba el presidente, que incluso cesó a Carmen Calvo, que se había enfrentado a Podemos por su empeño en aprobar leyes que la vicepresidenta consideraba inasumibles.
No es cierto que Sánchez no pueda cesar a los ministros de Podemos y su equipo. Claro que puede. Fueron propuestos por Pablo Iglesias, pero el nombramiento lo avaló Sánchez, y puede retirarles la confianza cuando quiera. Y si se rompe la coalición, que se rompa. Quedarse en minoría parlamentaria a estas alturas no es problema, tiene aprobados los presupuestos y las leyes más relevantes. Puede aguantar hasta el final.
Lo que no aguanta es su imagen, hundida. Por muchas razones pero, la principal, porque se ha dejado mangonear por Podemos, ha promovido leyes inaceptables y defraudado a quienes confiaban en su palabra y su criterio. Además, Podemos se arruga cuando encuentra a alguien enfrente con autoridad, la prueba es que este jueves ha cedido en su posición respecto a los perros de caza.
Sánchez podía haber manejado con inteligencia sus relaciones con Podemos, en lugar de dejarse comer el terreno por un puñado de ministras de descaso nivel pero que saben que Sánchez tiembla al pensar que puede perder La Moncloa.
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