Gafas de cerca

josé Ignacio / Rufino

Farage

MI hijo es el único que no lleva el paso cambiado", decía aquel padre ciego de orgullo viendo desfilar a su hijo en la jura de bandera. Los ingleses, que es como llamamos -simplificando o con desdén- a los habitantes del Reino Unido, siempre han ido con su propio paso, pero en su caso, a diferencia del quinto del chiste, no es por despiste o por incapacidad de coordinarse con el resto, sino por deliberada voluntad de hacer las cosas a su manera, normalmente ganando y, si hace falta, ignorando espléndidamente a otros países como si no fueran vecinos o competidores. También suelen marcar pautas al resto; su literatura y otras artes, su deporte, sus formas comerciales, sus instituciones y su política son o han sido pioneras, si es que no se mantienen incólumes al margen de las convenciones exteriores a sus islas. Electoralmente también son muy suyos. Nunca han tenido complejos de la alternancia bipartidista, como tampoco de mantener a un mismo partido -conservador o laborista- gobernando largos lustros. Recientemente, las elecciones han castigado duramente a partidos que emergían con fuerza, sea el Liberal de Clegg que ejercía de bisagra, sea al populismo nacionalista y xenófobo de Farage, que se ha quedado sin su escaño. Y un nuevo gran vapuleo al Partido Laborista, que no encuentra tercera vía rentable. El inglés, galés o inglés original está acomodado y muestra claros signos de conservadurismo; la penuria laboral es extranjera y normalmente no vota. Cameron ha ganado sobradísimo. El blandito de Cameron no ha pagado penalización alguna por la crisis, sino todo lo contrario. Bien es cierto que su crisis es peculiar y lleva otro ritmo, cómo no, y paralelamente su moneda muestra la fortaleza de un país con futuro. La concentración en Londres de las operaciones financieras de este lado del mundo es un gran flotador para su PIB.

El tal Farage cosechaba votos rurales porque es en el campo donde los anglos de este o el otro lado del Atlántico tienen su granero; granos simples como los mensajes directos y recurrentes de esta forma de populismo epidérmico y tradicional. Farage llamó pigmeos a eurócratas como Van Rompuy o Durao Barroso, y ladrona a la baronesa lady Cathy Ashton, otra sempiterna eurócrata, pero en este caso, encima, "renegada", porque es inglesa. Los partidos populistas pueden ser estrellas fugaces. Los mensajes radicales también caducan si no se agarra el poder, e incluso cogiéndolo, como le sucedió a las 5 Estrellas de Beppe Grillo en Italia. Y corren el riesgo de aguarse. Una vez aguados, son devorados por los de toda la vida.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios