Al final del túnel

José Luis Raya

La Feria de los Países

Concluyó la XXVIII Feria de los Países de Fuengirola (antes conocida como de los Pueblos) y me dejó un excelente sabor de boca. Cada año se supera. Solo pudimos asistir el último día y comprobé la excelente organización ejecutada. Yo, que me agobio cuando invito a casa a mis amigos o familiares, he de loar esta gigantesca fiesta, que incita a la concordia, el hermanamiento y la paz entre los pueblos. Así pues, debería ser impulsada desde todos los organismos oficiales, consejerías y ministerios competentes. Realmente hay (o deberían estar) muchas competencias implicadas: sanidad, cultura, festejos, turismo o transportes principalmente. Cuando nos adentramos en la caseta del Líbano pensé que no podía ser superada en alegría, color, música, gastronomía y participación, porque de eso se trata y es lo que más me ha llamado la atención: cómo se implican los visitantes en las propuestas de los países e interactúan. Después, casi aleatoriamente, visitamos Suecia, Australia, UK, Irlanda… en todas ellas la música y el baile formaban parte básicamente del evento. Son las más cercanas a nuestra cultura obviamente. Sin embargo, de donde más se aprende es de los pueblos diferentes. En la caseta de la India pudimos apreciar sus trajes típicos y nos enseñaron una sencilla coreografía a lo Bollywood. Íbamos degustando, a su vez, platos típicos de su gastronomía en algunas de ellas. Y si querías algo más tranquilo ahí estaba Japón. El hermanamiento se podía apreciar entre Argentina y España, cuyas banderas se intercambiaban. Senegal también brilló con luz propia. Resultaba casi milagroso que, en cuestión de minutos, viajaras de un país a otro y te sumergieras en sus colores, sonidos y sabores. Nunca he percibido la cultura y el ocio tan imbricados. Hay otras ferias que solo se sustentan en el ruido, el bailoteo e incluso la melopea. Esta, en cambio, participa de otros ingredientes que enriquecen al visitante en un amplio espectro. Lo mejor de todo es que no existían tufos políticos en el evento. Allí todo el mundo era bien recibido. Encontré algo parecido a lo que en su momento se llamó (fallidamente por desgracia) la Alianza de las Civilizaciones. “El pero” viene a continuación. Habría que dar definitivamente un buen tirón de orejas al Ministerio de Transportes. Al regresar de la Feria del Libro de Málaga, cuya organización es también digna de encomio, comprobé que el tren de cercanías iba abarrotado en ambas direcciones. Nunca he sentido tanta asfixia. Los pasajeros entraban con calzador, como si se tratara de un país subdesarrollado. ¡Así llevamos más de cuatro décadas! Esto deteriora nuestra imagen. Había un pasajero que tenía que apearse en el aeropuerto y no podía salir por el inmenso tapón que obstruía la salida. Si no se enmiendan los transportes públicos me temo que comenzará la decadencia de estas fiestas, únicas y necesarias.

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