Quousque tamdem

Luis Chacón

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Flamenquerías neoyorquinas

Algunos, en Madrid, han dejado de intentar ridiculizarnos para aspirar a imitarnos

Fue en Nueva York. Aunque no era Nochebuena. Quizá por eso, la señora Ayuso, en lugar de aflojar el parné en una receta para ir a la farmacia a por vino español, soltó la boutade de que Madrid es la capital mundial del flamenco. Y ya puestos, supongo que de la pizza napolitana y del kabuki japonés. Que en política no hay miseria. Conste que ya nos echamos unas risas cuando doña Almudena Negro, diputada autonómica madrileña, defendió, públicamente y sin ruborizarse, que el flamenco había nacido en Madrid. Algo indubitable pues, como todo el mundo sabe, la Villa y Corte es una pedanía andaluza a medio camino entre el jerezano barrio de Santiago y el granadino del Sacromonte. No hay más que pasearse, imitando al Pichi, del Portillo hasta Arganzuela, para disfrutar del cante, el toque y el baile que te quitan el sentío, con ese quejío tan jondamente madrileño. O sea, de verdad. Que una cosa es que Rafael Farina fuera de Salamanca y otra, que entre Serrano y Velázquez los vecinos bailen el garrotí y se arranquen por bulerías. Porque, hay que ver, ¡cómo luce y reluce, viva Madrid!, y a bailar sevillanas de Chamberí, que ya cantaba nuestro recordado Carlos Cano, con letra de Antonio Burgos, rematando las revoleras con una larga cordobesa, al sentenciar que hay quien se apunta a una academia, queriendo sacar la gracia, lo mismito que se saca el carné de conducir.

Yo es que no sé que les pasa a las presidentas madrileñas con Andalucía, los andaluces y lo que suene a andaluz. Debe ser el aire del Guadarrama que, como dice la cantiña, les provoca una locura, que ellas no pueden más: se sienten como una hoja en medio del vendaval. Porque si la señora Aguirre nos llamó pollos que van tras el pitas, pitas del PER y la señora Cifuentes se cubrió de gloria al presumir de que nos pagaba a los andaluces el médico y los colegios, la señora Ayuso no se ha quedado atrás, obviando que el arte flamenco tiene su alma al sur de Despeñaperros. Y es esa esencia la que lo hace internacional, desde Tokyo a Nueva York. Pero para deslumbrar con el flamenco a los neoyorquinos no hacía falta que fuera ningún político madrileño. Ya estuvo la Faraona y los dejó con la boca abierta el día que le dijeron aquello de “ni canta, ni baila, pero no se la pierdan”. Aunque también es cierto que esta pamplina tiene su lectura positiva. Y es que algunos, en Madrid, han dejado de intentar ridiculizarnos para aspirar a imitarnos.

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