Confieso que hace ya demasiado tiempo que no visito Gaucín, pueblo que conozco bien y que de hecho llegué a frecuentar en cierta época: conservo, incluso, alguna batallita memorable relacionada con el lugar, aunque mejor la reservaremos para ocasiones menos proclives a la prudencia. En cualquier caso, si alguien no conoce el municipio debería dejar de hacer lo que sea que tenga entre manos y acudir sin demora para dejarse conquistar por sus calles, sus gentes, su ambiente, su paisaje, su gastronomía, su artesanía, su monumental condición de balcón serrano del extremo occidental del Mediterráneo y la sobrenatural visión del cielo nocturno a ojo desnudo, sólo por citar unos encantos. Qué le vamos a hacer, soy un enamorado de la Serranía de Ronda de un extremo al otro y en esta materia no puedo ser parcial, ni me apetece. Estuvo ayer precisamente en Gaucín el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla, quien aprovechó para ensalzar las virtudes de los destinos del interior a la hora de optar por una escapada o unas vacaciones por derecho, y difícilmente podría haber escogido enclave más oportuno. Quién sabe si, tras el abaratamiento de los vuelos internacionales y la adopción de los desplazamientos a otros países como costumbre a niveles cada vez más generalizados, la crisis sanitaria del coronavirus entraña la excusa perfecta para descubrir opciones más cercanas pero no menos interesantes, a menudo soslayadas o ni siquiera tenidas en cuenta, precisamente, porque se encuentran a un par de horas de distancia en coche. Cabe recordar, por otra parte, que en muchos pueblos del interior los servicios esenciales no siempre se ofrecen con la periodicidad ni la calidad que los vecinos merecen, al contrario que en las ciudades y grandes localidades costeras, donde, salvo en determinados barrios apartados de los escaparates al uso, es más fácil encontrar un contenedor de basura o una asistencia sanitaria ipso facto. Sea bienvenida la promoción turística, pero no sólo.

Aprovechó Moreno Bonilla el tirón del artículo publicado en The Telegraph que consideraba a Gaucín "el pueblo más perfecto de España" y lo comparaba con el distrito londinense de Notting Hill "por su autenticidad" (ya querría ser Notting Hill la mitad de auténtico que Gaucín, pero ése es otro debate). Semejante golpe de impacto debe celebrarse como un éxito del municipio y particularmente de su alcalde, Pedro Godino. Pero hay aquí una tentación recurrente: después de poner a las ciudades a competir en una carrera a menudo irracional y de efectos indeseables en pos de la mayor categoría turística, dado que con el coronavirus el negocio se ha venido abajo, parece que le toca a los pueblos pasar por el mismo aro. Pero no hay pueblos más perfectos que otros: en todo caso, los hay más o menos necesitados. Y corresponde a las administraciones hacer su trabajo. El interior no necesita competir, sino buenos servicios y buena vida. Menos carreras y más criterio.

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