J. M. Marqués Perales

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Gran coalición

El argumento de muchos socialistas españoles era que el SPD alemán iba a desaparecer con la gran coalición

A Angela Merkel le sucederá un socialdemócrata, Olaf Scholz, si las encuestas no se le malogran al SPD, el partido más antiguo de Alemania, el día de la elección. Durante muchos años, los socialistas españoles han renegado de la Gross Coalition porque entendían que siempre era Merkel la que ganaba mientras sus compañeros y, en cierto modo padres, se situaban al borde de la extinción. Quien finalmente gobernará después de Merkel no es ni otra democristiana ni una ecologista, sino quien ha sido ministro de Finanzas y vicecanciller de Merkel en algunos de sus Gobiernos de coalición con los socialdemócratas.

Desde la Segunda Guerra Mundial, Alemania sólo acepta por cambios bruscos los que suceden cuando cae la noche o amanece el día, de modo que en muchos sentidos Olaf Scholz será un leal relevo de Merkel. Como ella lo fue del socialdemócrata Schröder, que fue quien introdujo los minijobs y las reformas fiscales que aliviaron bastante las cargas de las empresas. Tanto que hicieron de Alemania un país tan competitivo que levantó las suspicacias de sus aliados europeos, preocupados de nuevo por la extraordinaria magnitud germana.

Como ministro de Finanzas, Olaf Scholz se sitúo del lado de quienes esgrimieron el carácter sagrado del déficit cero germano, frente a los que, desde el resto de Europa, imploraban a Alemania que desempolvase sus superávits para invertirlos en su economía y, así, volviese a ejercer de motor de una ribera mediterránea que se hundía en la miseria durante la Gran Recesión. Y no lo hicieron, Alemania ha acumulado seis años de números negros en sus cuentas, lo que le permitió gastar 130.000 millones de euros como primera andanada contra los efectos negativos de la pandemia en su economía.

Merkel, como Scholz, fueron demasiado duros con los países más pobres de Europa, aunque fue la canciller alemana la que salvó el euro al dejar que Grecia no se descolgase. Al resto nos salvó Mario Draghi.

La dialéctica entre los partidos de Estado es consustancial a la democracia, por eso las grandes coaliciones sólo son posibles y deseables en circunstancias muy especiales, bien porque sean dramáticas, bien porque la aritmética parlamentaria haga imposible gobiernos de partidos comunes. En España se prefirieron las repeticiones electorales y hasta 300 días de un Gobierno en funciones para no forjar una gran coalición. Ahora, el contraejemplo alemán no sirve.

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