Tinta con limón

josé L. Malo /

El Gym y el Ñam

SALUD: como el hijo de un divorcio conflictivo, se recurre a ella de manera interesada, es un consuelo de conveniencia. Como la llave de casa, sólo parece ser necesaria cuando la hemos perdido.

La vida moderna hace daño con la tecnología pero también ofrece notables avances. Como el de concienciar al pueblo de que el deporte es un gran compañero de viaje. Así que ya no son raras, sino ingentes, las personas de cualquier edad andando, corriendo o con su bici por nuestra ciudad. Resulta maravilloso, y el volumen de gente que lo practique determina cierto nivel de salud de cada sitio. Uno siempre ha intentado estar en contacto con el deporte; desde el entretenimiento, la salud o ambas cosas a la vez. El paso de los años va poniendo más trabas que nuestro Ayuntamiento con el carril bici o las vallas de las obras, pero siempre se puede encontrar alguna tarea acorde a lo que uno es capaz de dar.

En esa tesitura, las personas de malos hábitos saludables son vistos cada vez más como bichos raros. La expansión del running o el efecto contagio que ha creado el éxito de los deportistas españoles en la última década les crea un chantaje social y casi les aboca a ello. Pero mira por dónde hasta los buenos hábitos se vician. De modo que todos tenemos en la familia o en algún grupo social cercano a alguien que se obsesiona con la salud más de la cuenta. Ya no se trata de hacer deporte para sentirse bien o para hacer dieta, sino que enarbolan una demonización exacerbada de lo sano. Consideran una temeridad ir a una barbacoa, no conciben que alguien se dé una buena cena de hidratos de carbono u obsesivamente se acuestan dos horas después de haber ingerido el último alimento. Será que como uno no es religioso y sabe que no le espera la vida eterna cuando se acabe esta, tiene fácil interpretar cada día de manera más hedonista. Sí, hay que buscar un término medio entre el carpe diem y el buen trato a la salud, pero si yo mañana por la mañana quemo 400 calorías corriendo, no les quepa duda de que almorzaré como un bisonte por el hambre que me habrá entrado. ¿De qué sirve matarse a hacer ejercicio y pasar hambre después? Saco del saco a quienes tienen que hacer dieta por prescripción, pero precisamente hacer ejercicio es la alternativa a pasar hambre porque sí. La sensación con quienes se pasan los años previniendo es que ven la vida como espectadores y no como actores. Como reza la foto con el lema de un bar que circular por internet: "Ir al gimnasio y luego comerte un pintxo. Ahí reside el equilibrio, la dualidad, las fuerzas opuestas. Lo que yo llamo el gym y el ñam".

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