Gafas de cerca

Tacho Rufino

Halloween, 'vade retro'

31 de octubre 2021 - 01:39

Me corrige fraternamente un amigo biólogo: no existen especies invasoras. Dicho de otra forma, todos somos especies invasoras, o algún pariente más o menos lejano lo fue. Las cotorras argentinas de tan desagradable graznido que salieron de las jaulas de los irresponsables son pura evolución y lucha entre los más adaptados y los a la postre perdedores. Mi amigo dice que tachar de invasora a una especie o bicho es propio de ignorantes y autosuficientes. Los castellano-aragoneses -españoles, o sea- fueron invasores, y qué malísimos fueron: los buenos eran los vikingos, según prefieren regodearse en bucle romántico algunoswasp de Estados Unidos. No sabe uno si atreverse a trasladar la negación de la especie invasora a la importación de las costumbres y las formas de divertirse. La gente se toma muy a pecho estas cosas. Halloween otra vez, otro año más, sí.

Importamos a principios del XX el que hoy es el mayor pasatiempo y fe popular, el fútbol. Importamos la televisión y hasta la fe cristiana. De hecho, la fiesta religiosa de pasado mañana -Día de los Difuntos- tiene su origen en el Día de los Muertos mexicano, como un cante de ida y vuelta (aprovecho para recomendar la deliciosa película de animación Coco, en un día como el lunes). Puestos a importar, el propio cristianismo es importado, y habrá algún rabioso historicista que prefiera decir que nos invadió la religión. Por eso resulta ya tópico el afán de no poca gente por enfrentarse a la juerguecilla infantil de Halloween, reivindicando al mismo tiempo las esencias cristianas de nuestra antropología de andar por casa. Dejad que los niños se acerquen a mí. Y quiero creer que Jesús también abrazaría a los pollitos disfrazados que importan, desavisados, una costumbre celta y pagana -y festiva en esencia-; como abrazamos el menú Big Mac, los vaqueros o Whatsapp.

Sepulcros blanqueados, dice precisamente la Biblia sobre los farisaicos. Cuánto monologuista o tuitero ataca a Halloween como fiesta aculturadora. Cabría esperar que este lunes, Día de los Difuntos, fueran en efecto a blanquear las fosas de sus antepasados, y rezar una oración en silencio o cogidos de la mano de otros que perdieron y añoran a esa persona muerta, con la esperanza de volverlos a encontrar un día. Pero qué va, pocos serán. Reivindicar las castañas asadas y la visita al cementerio y, en definitiva, las formas propias de honrar a los que no estarán ya nunca aquí abajo es demasiadas veces un ejercicio folclórico, identitario. Que como humo se va. Diviértanse los que quieran como quieran, sin salpicar.

stats