
Envío
Rafael Sánchez Saus
Planned Parenthood en la estacada
La esquina
En menos de 24 horas los dirigentes de Vox pasaron de exigir el oro y el moro -el oro y el cristiano, más bien- como condición para apoyar la investidura de Juanma Moreno como presidente de Andalucía a ofrecerle sus doce escaños a cambio de casi nada. En menos de 24 horas los dos socios de aventura del PP, el propio Vox y Ciudadanos, chocaron por la denominación de una consejería del Gobierno de las derechas. Esta doble expresión de volatilidad e inestabilidad va a marcar toda la legislatura. El cambio viene cargado de incertidumbre, precariedad y turbulencia.
Vamos con Vox. Va a respaldar el Gobierno bipartito PP-Cs sin haber impuesto ningún punto importante de su programa, ni los que dan miedo ni los que dan risa. El presidente Moreno Bonilla no va a derogar la ley de violencia de género, ni suprimirá la protección al colectivo LGTBI, ni devolverá al Estado las competencias de la Junta en sanidad, educación, justicia y seguridad, ni va a deportar a 52. 000 inmigrantes irregulares (lo que da miedo). Tampoco cambiará el Día de Andalucía (lo que da risa).
Puede sorprender que la ultraderecha al fin emergente haya tardado sólo un rato en arrumbar su proyecto y plegarse al PP casi menos votado de la historia andaluza, sólo por unas concesiones menores en materia de educación, aborto, memoria histórica y subvenciones, que además habrán de concretarse e impulsarse desde un Gobierno en el que no está Vox y sí Ciudadanos. Si se piensa un poco, la caída del caballo de Saulo-Abascal no es tan extraña: a Vox no le importa absolutamente nada la autonomía andaluza -si pudiera, la liquidaría- y lo único que ha buscado en esta negociación ha sido dar visibilidad a su opción, marcar la agenda política y social, convertir temporalmente sus debates -basados en la mentira la mayoría de ellos- en debates nacionales y presentar su candidatura a las elecciones venideras, la candidatura de una derecha auténtica y desacomplejada, ni cobarde ni veleta. En buena medida lo ha conseguido. Sin dejar de desasosegar a PP y Ciudadanos, también tiene de los nervios a la izquierda socialista, podemita o asimilada, cuya estrategia parece erróneamente centrada en la denuncia de la crecida ultra. Ya prepara manifestaciones preventivas: a la calle para que no se deroguen leyes que nadie va a derogar.
Pero yo quería escribir también de lo frágil y entre algodones que nace este Gobierno de Andalucía negociado más bien desde Madrid. Tendrá que ser mañana.
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