A principios de los años 60 se rodó en Sevilla Lawrence de Arabia. La Plaza de América, el Casino de la Exposición, el Alcázar o la Plaza de España fueron Jerusalén, El Cairo o Damasco en las aventuras del teniente Lawrence. También se filmó en Almería, en las dunas de Cabo de Gata, el desierto de Tabernas y en la playa del Algarrobico, conocida medio siglo después por un escándalo urbanístico. En los negocios y aventuras de la Federación Española de Fútbol se han mezclado modernamente nuevos escándalos, Arabia y otro escenario sevillano, el estadio de La Cartuja. Todo ha acabado en un proceso, por el que declaró el lunes el ex presidente Luis Rubiales, acusado de presuntos delitos de corrupción en los negocios, administración desleal y pertenencia a organización criminal.

La Operación Brody de esta supuesta trama ha completado el descrédito de Rubiales, tras su comportamiento grosero y abusivo en la final del Campeonato del Mundo que ganó la Selección femenina. Ocho meses después de su dimisión, en este caso se investigan muchos contratos; entre otros, proyectos en China, la celebración de la Supercopa en Arabia Saudita y unas obras en el Estadio de La Cartuja de Sevilla pagadas por la Junta de Andalucía con cinco millones de euros, que quitó de una partida para guarderías. La Consejería de Deportes ya había hecho desde diciembre de 2020 varios convenios con la RFEF, por valor de otros 9 millones, para que las selecciones nacionales jugaran en La Cartuja y se celebrasen allí cuatro finales de Copa del Rey.

La decisión de llevar la Supercopa a Arabia, dictadura fundamentalista a 6.000 kilómetros de España, fue muy criticada. Se cobran 40 millones de euros por cada una de las cuatro ediciones, de los que un jugador entonces en activo, Gerard Piqué, se lleva el 10%. Los 5 millones que concedió el Gobierno andaluz a la Federación para arreglar un estadio del que la Junta es el principal propietario se pagaron mediante un convenio opaco, con adjudicaciones de obras por encima del límite habitual, sin concurso, ni transparencia. La Guardia Civil apunta en su informe que Rubiales y alguno de sus socios cobraron comisiones de la empresa beneficiaria.

Rocha, el sustituto de Rubiales, también está siendo investigado y el Consejo Superior de Deportes ha nombrado un organismo de supervisión con el ex seleccionador Vicente del Bosque al frente. A la FIFA y la UEFA les ha molestado que se tutele a su filial española, pero no la falta de ética y los desmanes de los presidentes de la RFEF. De los cuatro jefes que ha tenido la Federación en democracia sólo uno salió del cargo por las buenas. No puede ser que un asunto tan importante para este país, como quién representa a su fútbol, un deporte con millones de seguidores, se decida entre 140 personas, muchas de las cuales son cooptadas por aquel a quien deben elegir. La gestión de la Federación Española no puede ser una película de aventuras, ni de policías y ladrones.

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