Lección de Merkel en Auschwitz

Tal vez nunca un dirigente alemán ha hablado así. Y no se refería sólo al pasado, sino sobre todo al presente

Emocionantes y desgarradoras palabras de una emocionada Angela Merkel en Auschwitz: "Me siento profundamente avergonzada por los crímenes atroces que cometieron los alemanes, que van más allá de todos los límites imaginables… Auschwitz operó en la Polonia ocupada por los nazis, por lo que no queda lugar a dudas de que es un campo de concentración alemán, dirigido y administrado por alemanes. Es importante para mí enfatizar este hecho. Es importante identificar claramente a los culpables: somos nosotros, los alemanes, y debemos dejar claro que no rehusamos asumir la responsabilidad por los hechos que tuvieron lugar aquí. Se lo debemos a las víctimas y nos lo debemos a nosotros mismos… El recuerdo de los crímenes, nombrar a los autores y rendir homenaje digno a las víctimas es una responsabilidad que no se detiene jamás. Eso no es negociable. Es inseparable de nuestro país. Ser conscientes de esta responsabilidad es parte de nuestra identidad nacional".

Pocas veces, o tal vez nunca, un dirigente alemán ha hablado así. No sólo se trata de la responsabilidad histórica que liga la culpa al pasado o, como tantas veces se ha hecho, de explicar el Holocausto como una puntual locura colectiva o la obra de unos pocos perversos, sino de considerarlo una responsabilidad que forma parte de la identidad nacional alemana. Esta responsabilidad es un mirar al pasado para preservar el presente y el futuro de la semilla del horror: el moderno racismo basado en Darwin. Merkel es consciente de que los delitos relacionados con la xenofobia, el racismo y su variante más virulenta, el antisemitismo, han crecido un 20% en Alemania en los primeros seis meses de este año. Y es también consciente de que, según datos de la Agencia de Derechos Fundamentales de la UE, más del 80% de los jóvenes judíos europeos consideran el antisemitismo un problema creciente en sus países, sobre todo por el odio generado a través de las redes sociales, el 45% tiene miedo a mostrarse en público como judíos, el 44% sufrió acoso antisemita y el 41% ha pensado en emigrar. Y es un antisemitismo compartido por la ultraderecha y la ultraizquierda, por los nacionalistas y los antisistema: cuando un grupo de chalecos amarillos reconoció en París al filósofo Alain Finkielkraut le agredieron gritándole "cerdo sionista de mierda" y "Francia es nuestra". Por eso Merkel no hablaba sólo del pasado. Hablaba del y para el presente.

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