Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

Memorias selectivas

La ortodoxia izquierdista se permite el lujo de tildar de fascista a cualquiera que no admita sus planteamientos

En 2008, el Parlamento Europeo designó el 23 de agosto como Día Europeo de Recuerdo a las Víctimas del Totalitarismo. La elección no fue aleatoria. Ni caprichosa. Ese día, pero en 1939, se firmó el pacto Ribbentrop-Molotov que permitió otro reparto de Polonia, la siempre víctima propiciatoria y mártir del expansionismo germano-ruso. Debió ser epatante ver a la banda de las SS interpretar La Internacional en el desfile conjunto de Brest-Litowsk. Creo que nunca a lo largo de la historia se había producido la colusión de dos ideologías más dañinas. Fascismo y comunismo; las dos caras del mal. Sin embargo, ochenta años después, fascista es un insulto -y lo es merecidamente- mientras que el comunismo sigue teniendo defensores y simpatizantes y sienta a sus representantes en los parlamentos de toda Europa.

Pero es más. La ortodoxia izquierdista, la misma que defiende tiranías como la de los Castro en Cuba o el terrible vodevil chavista personificado en Maduro, se permite el lujo de tildar de fascista a cualquiera que no admita sus planteamientos ideológicos. Sea conservador, liberal, democristiano o hasta socialdemócrata. La democracia la inventaron ellos. El totalitarismo es, en palabras de Mussolini, uno de sus grandes ejecutores, "todo dentro del Estado, nada fuera del Estado, nada en contra del Estado". Una idea aplicable al nazismo y al comunismo. ¡Cuánto sabemos de los campos nazis y que poco del gulag! El stalinismo asesinó tantas o más personas que el nazismo. Durante medio siglo sojuzgó Europa. Sólo hace unos días se conmemoraba el trágico fin de la Primavera de Praga. Ni ese día, ni el 23 de agosto, vimos una sola manifestación de respeto o recuerdo hacia los millones de víctimas del comunismo por parte de la izquierda que exige al resto del mundo una penitencia eterna por pensar distinto.

El totalitarismo arremolinó en torno suyo miles de asesinos, fanáticos, matones y correveidiles que asolaron sus países tras sembrarlos de sangre, muerte y odio. Y podría volver a hacerlo. Espero que la izquierda sea capaz de reconocer que el comunismo, al igual que todos los totalitarismos, fue, en palabras de Churchill, ese estado de la sociedad en el que los hijos denuncian a sus padres a la policía. Mientras tanto, sigamos luchando por la democracia, ese sistema político en el que, si alguien llama a la puerta a las seis de la mañana, se sabe que es el lechero. Churchil dixit.

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