Luces y sombras

Antonio Méndez

Paro y delincuencia

ERA un asunto tabú hasta hoy pese a lo que dicta la lógica. Pero ha sido el coordinador de Seguridad del Ayuntamiento de Málaga, Florentino Villabona, un comisario de la Policía Nacional en excedencia y hombre en extremo prudente, que rara vez habla para la prensa, quien se ha atrevido a ligar la crisis y el paro con nuevas fórmulas de delincuencia. El ejemplo es anecdótico, no hay datos que hagan pensar que el número de casos vayan más allá de lo testimonial, pero cargado de un profundo simbolismo. La Policía Local ha detectado que hay hurtos de alimentos en tiendas y supermercados de la capital, algo inusual hasta hace unos meses.

Una pieza más para añadir a ese puzle de cifras desbocadas de crecimiento del desempleo, peticiones de ayuda urgente por parte de organizaciones humanitarias, desbordadas ante la avalancha de familias necesitadas, o presupuestos agotados con rapidez en concejalías de Bienestar Social, las nuevas instituciones de beneficencia. Ante este panorama que nos retrotrae a paisajes hispánicos propios de otros siglos, ya hay personas que habrían llegado a la conclusión de que para comer la alternativa es robar.

No es bueno ponernos en manos de la Policía para analizar la magnitud de los problemas sociales, pero sí escuchar sus avisos. En general, los mandos que trabajan con la exigencia de evitar los delitos lanzan esas advertencias cuando aprecian que hay variables ajenas a las propias de la delincuencia que pueden percutir en la seguridad ciudadana y consideran que la respuesta va más allá del aumento de las plantillas o del incremento de la eficacia.

Nunca podemos justificar el delito y sería innoble asociarlo al paro. La línea que separa a un trabajador de un malhechor no la marca un puesto laboral. Pero todavía no somos conscientes de que hay personas en situación límite y que hablar de episodios de estallido social no es una simple conjetura de agoreros. Cuanto antes admitamos que nuestro mundo feliz nos ha abandonado, mejor. Me contaba un responsable del Instituto Municipal de Empleo que hace poco su oficina ofreció a un residente en la capital la posibilidad de un puesto laboral en Marbella. La respuesta delata que nos resistimos a aceptar esta pesadilla: "Uf, qué lejos, ¿no tiene algo más cerca?".

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