Al final del túnel

José Luis Raya

Peleas

El socialista Olegario Ramón fue agredido por un grupo de energúmenos, sencillamente porque su ideología no coincide con la de los agresores. En Calpe, un hombre mata a su vecino de un disparo y después se suicida. Recuerdo aquellas disputas lorquianas, atávicas, en las que los más viejos del lugar se peleaban en el pueblo por múltiples desavenencias; aquellos campesinos cuyas lindes invadían tierras ajenas; por el agua o porque uno de sus perros había atacado una oveja o una cabra, mientras pastaba tranquilamente. Luego, estaban las familias que se disputaban la casucha vieja que había dejado la madre enferma y que había ganado con el sudor de su frente junto a su difunto esposo. Los hijos se habían quedado huérfanos y la avaricia podía mucho más que el amor y el respeto por sus padres muertos. Y salivaban como perros fieros antes de atacar, vomitando de golpe todo lo que habían tragado durante años y años. Era el momento, la pelea estaba al rojo vivo.

Hay muchos vecinos que conviven en la misma escalera o planta y no se hablan, se pelearon hace muchos años por una minucia de la comunidad, que por cierto tenía fácil solución. Amigos que se pelearon y dejaron de hablarse por ciertas diferencias que pudieron salvarse si se hubieran aclarado a tiempo. Todo se fue enquistando lentamente, aunque nunca es tarde, eso dicen. Todos conocemos a familias enteras, primos, hermanos, tíos y tías que siguen con el hacha levantada por el pisito que la abuela dejó en herencia a toda su prole. Pero claro, unos iban a verla y la cuidaron y otros llegan ahora con la mano abierta cuando ni la llamaban para ver como estaba. Muchas peleas y discusiones se han fraguado durante una cena rociada con buenos vinos, cava y licores. Casi siempre por cuestiones políticas. La típica e inolvidable Nochebuena.También hay gente que se pelea y deja de hablarte o saludarte por motivos desconocidos, tan desconocidos que podrían ser estudiados por la Parapsicología. Quizá sea debido a una suerte de suspicaz toxicidad que empapa la vida de estos extraños indolentes.

Cuando trabajaba en la docencia, observaba que los críos solían discutir mucho y pelearse, pero luego mágicamente hacían las paces y se veían juntos de nuevo. No tenía que intervenir: ellos solitos se entendían, descomponían y recomponían docenas de veces sus relaciones de amistad. Y crecían y maduraban como personas. No sé lo que ha pasado en la edad adulta, pero esa ingenuidad de la infancia y la adolescencia se perdió, no sé en qué maldito y pedregoso camino se desvió para instaurarse solo la malicia y el mal rollo. Lo cual me hace pensar exclusivamente en aquello del Homo homini lupus. Dicen que dos no se pelean si uno no quiere, pero no es cierto del todo. Casi siempre hay uno cuya soberbia le impide ver el sol y disfrutar de la vida.

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