
Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Más tiempo y más cómplices
Dedica el profesor Shameless el capítulo setenta de su manual sobre política al uso de los proyectos eternos y los planes recurrentes. Así explica que, mientras la ejecución de los primeros no acaba nunca, los segundos son periódicamente presentados al ciudadano; y aclara que, aunque su nombre invite a pensar que los inspira la misma voluntad de hacer algo indefinidamente, sus objetivos son antagónicos, pues mientras que los eternos justifican la repetición de una acción per sécula seculórum y más allá del momento para el que se concibió, los recurrentes amparan la falta de iniciativas en la promesa de un plan que se anuncia a modo de propósito de enmienda cada vez que la ciudadanía recrimina a la administración su pecado de desidia.
Hace días que la fachada del Palacio del Obispo de Málaga luce una especie de emoticono con forma de bailaora flamenca en la esquina de Santa María con Molina Larios, obra del artista Invader al que los responsables del CAC invitaron a iniciar una de sus incursiones. El proyecto MAUS del Ensanche Heredia se ha hecho eterno e infinito en el tiempo y en el espacio. Sus actuaciones han superado el espacio temporal para el que se concibió y la ubicación de las creaciones "depende solamente del artista". Que en este caso, y en un gesto de descontextualización reivindicativa, ha decidido plantar sus reales encima de un palacio del S. XVIII y demostrar la prevalencia del arte contemporáneo sobre las caducas formas del pasado. No cuestionaré la calidad artística de la invasión. Los más de 200.000 euros que se llega a pagar por alguna de sus obras disipan cualquier duda. Pero confieso que la primera vez que la vi creí que era el reclamo publicitario de la tienda de souvenires de la calle. Y ya hay paredes en Málaga.
Dado que la actuación del anónimo artista inflige la Ley de Patrimonio Histórico de Andalucía y no sé cuántas ordenanzas, es de esperar que los responsables adopten las medidas oportunas. Primero anunciaran uno de esos planes recurrentes encaminado a quitar los rótulos y letreros que contaminan los edificios catalogados restaurados con dinero público. Ya lo anunciaron hace unos años. El sexshop de calle Cárcer se caracterizó como una droguería de barrio para no estropear el fotocol del Festival de Cine y el plan cayó en el sueño de los justos para demostrar que en cualquier momento estamos dispuestos a iniciar acciones en defensa del patrimonio.
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